Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2018

Os juro que es mucha vida...

– ¿Sesenta y uno, Felipe? – Sí. – Mi padre murió con sesenta. Pues que no está nada mal llegar a esto para un paria como yo, nacido en el mesofranquismo, educado en el integrismo ultracatólico salesiano y conformado en el resquemor de un abuelo asesinado y de una abuela valiente y decidida a no soportar humillación alguna, ni siquiera las que llegaban por el hambre física. Eso, además de gozar de unos padres modelo hechos a sí mismos desde una nada infinita y siempre con la carga de no poder llegar ni a un uno por ciento de lo que ellos son y fueron. En la vida he sido excesivamente mimado siempre por quienes se acercaron a mí, y debo confesar que me encantan los mimos vengan de donde vengan, pero sé que eso modeló en mí un carácter abierto que siempre dio facilidad al engaño y al abuso (soy fácil para ambos), un carácter que no puedo negar que gusta, pero que a veces me hizo y me hace mucho daño. Durante mucho tiempo fui YO, un YO excesivo e indiscreto, un YO pagado de mí

Peruvian Rhapsody V

La consolidación de una clase media sólida es fundamental en las economías emergentes, como la de Perú. Un país rico en materias primas por explotar y con un turismo potencial de primera línea no puede tolerar la bipolaridad social a la que está sometido por sus gobernantes. Solo desde una acción política sensata y mantenida y con un proyecto bien trabado que piense en sus ciudadanos sin despreciarlos, puede conseguirse el objetivo de afianzar esa clase media necesaria, que debe estar asentada en la dignidad económica y en la obligación constante con el Estado que ha de protegerla y empujarla. No puede ser que a un funcionario público medio no le alcance su sueldo para llegar a final de mes y que su paso social sea totalmente apurado. No puede ser la exigencia dura de impuestos sin unos servicios dignos y universales. No puede ser que la ganancia pertenezca solo a las clases que ostentan el poder y juegan con él desde puestos políticos ganados desde la prebenda y el negocio sucio. En

Peruvian Rhapsody IV

Separar a un niño o a una niña del grupo y entregarle unos zapatitos de su talla sin que se enteren los demás porque no hay suficientes zapatos para todos y sentirte fatal por ello, a pesar de que sabes que esos zapatos van a ser su tesoro. He llorado dos veces en mi viaje a Perú, y las dos han sido de impotencia… No, la verdad es que he llorado tres veces. La tercera ha sido después de despedirme de Lorena en el aeropuerto. Quiero un montón a esta mujer que es todo corazón y esperanza. Separar a un niño o a una niña del grupo para entregarles algo en secreto es tremendo, colegas. Tremendo y triste.

Peruvian Rhapsody III

Mirar el cementerio de Mampuesto desde lo alto de Florencia de Mora es como asistir al capítulo más tremendo e increíble del realismo mágico latinoamericano. Tuve el privilegio y la suerte de visitarlo acompañado y protegido por un conocido habitante de la zona (el lugar no es accesible para un gringo, ya que reina el pillaje en toda la zona y el peligro se siente nítidamente en la nuca). El lugar es inmenso y desde lo alto se aprecia con nitidez lo que fue (y será) el curso del huayco (riada). Una gran capa de arena limosa lo cubre todo y tan solo algunas cruces y algunas tumbas enseñan con dificultad sus cúspides emergiendo de la arena. Se podían divisar algunas familias paradas alrededor de lo que un día fue el lugar de descanso de algún cercano, congregadas en actitud de oración. Enseguida pude darme cuenta de la magnitud del desastre (solo hay que abrir los ojos y mirar) y le pregunté a mi guía sobre algunas cuestiones que me llamaban la atención, a las que me contestó dilige

Peruvian Rhapsody II

Llegar del jodido Norte con el gesto torcido y la cabeza nublada por las deudas absurdas con los ladrones de todo. Llegar del jodido Norte con la sensación de ser fracaso, de no haber sabido responder a ese ansia competitiva del primer mundo, de haber sido vencido por las cosas y las tercas monedas. Llegar del jodido Norte medio hundido, pero con zapatos de suela y cuero suave, con pantalones nuevos y calcetines de hilo, con camisas de algodón fino y unos dólares en el bolsillo. Llegar del jodido Norte con tres plumas molonas y un tintero, con unas gafas Ray-Ban genuine since 1937 y un Zippo exclusivísimo… Llegar pensando en que cada uno de mis problemas son lo más y relajar de pronto porque F. me sonríe mientras me entero de que su mamá le amarra y le golpea cuando entra en cólera (el niño tiene hinchadita la nariz, quizás roto su tabique nasal, y los ojos medio cerraditos por el efecto de los golpes, y marcas duras en sus brazos delgaditos), pero F. sonríe mientras me mira a los o

Peruvian Rhapsody I

Una fila enorme de niños preciosos subían despacito por las escalerotas de Florencia de Mora, uno de los lugares más maltratados por el huayco de hace un par de años. Yo permanecía quieto, mirándolos extasiado, en la parte más alta y ellos miraban asombrados mi palor de gringo, mi barba blanca, mi sonrisa alucinada… Alguien dijo en alto: “¿Saben ustedes quién ha venido?”… Uno de los niños, bien chiquito y con carita de susto, me miró desde abajo hasta mis ojos y dijo asombrado: “Es Jesús”. Yo no pude contenerme y le di un besote en su coronilla, pero, enseguida, una niñita con trenzas divinas y con la misma mirada de asombro, le replicó: “No es Jesús, es Santa Claus”… Y así me quedé, entre Jesús, Santa Claus y Gringo Lucho, pero con una amarga sensación de no poder responder a todas sus necesidades como si fuera un mago. No es justo lo que sucede en el mundo, sobre todo para los niños. No es justo.

¿Lo peor que me pueda pasar?…

¿Qué es no poder pagar el IVA comparado con no tener un pedazo de pan que llevarse a la boca o pasar los días sin techo y sin esperanza alguna? Pues que no poder pagar el jodido IVA es una suerte inmensa que ya desearía el 70 % de la comunidad humana como su mal mayor. El sistema colapsa desde hace unos cuantos años y los colapsos del sistema acaban siempre con las civilizaciones dominantes (es ley histórica y hasta prehistórica), y no hay nada que se pueda hacer cuando el colapso arranca, nada que no sea esperar a que los coletazos del poder se lleven por delante lo menos posible y que el daño capacite a los dañados para arrancar de nuevo. El proceso es largo y llevará varias generaciones de tiempo, pero estoy convencido de que es inexorable. Ante el decurso de los acontecimientos, ante los últimos estertores de la fiera capitalista y ante la destrucción que se avecina, poco podemos hacer… O nada. Quizás tan solo nos esté permitido intentar el juego de lo paliativo volviendo la

Como una sed

Para la mayoría, vivir es como una sed que nunca quiso saber que el hipogeo es solo catacumba, y empeñarse en seguir a pesar de las taras y los ecos, pensando siempre en que tu tumba permanecerá vacía –cenotafio– porque tu porte es ad infinitum y más allá no importa. Así las cosas, a qué negarlo, ‘tener’ es importante, tanto como atesorar y engurruñarse avaro apretando tus cosas. Es un canon erróneo, no lo dudes. Vivir, a mi modo de ver, en esta sociedad que ya colapsa, consiste en poner en riesgo la vida, que no es otra cosa que aportarle valor de final y satisfacción de paso, y jugar a que las ‘cosas’ sean manejables, intercambiables y capaces de una felicidad común y compartida. Vivir es detallar la amanecida en los ojos despiertos, agotarse en la noche con un asonrisa de satisfacción, reír como en un cuarto de espejos en el que las sonrisas se multiplican, abrazar y que te abracen, entregar los minutos y las horas a una normalidad justa en la que la competencia solo vibre en tér

Por donde piso, antes cagaron las palomas…

Por donde piso, antes cagaron las palomas… Es por eso que soy consciente del decurso de mis pasos, de dónde vengo y hacia dónde voy… Es por eso que sé que cada paso va a dejarme trazado por ese guano primigenio que me hizo hombre y que va a deshacerme. Ser consciente de estar ocupando el espacio defecativo de las aves me hace más vitalmente mortal y me otorga cierta serenidad de ánimo para acometer el paso siguiente. Y es que no somos mucho más que parte del detritus, pero sobre todo no somos las absurdas normas que nos autoimponemos, la moral que nos aprieta ni las ridículas obligaciones a las que nos sentimos atados. Y es que nunca podremos ser engranaje, porque somos azar puro, un azar marcado por el empecinamiento de ser más y mejor siendo menos y peor. Por donde piso, antes cagaron las palomas… Y seguirán haciéndolo después de mi paso. También después del tuyo. En el entretanto, no se me ocurre una opción mejor que el humanismo y la sonrisa.

Montse, Nacho y su pandilla de utópatas...

Yo no puedo con Montse y Nacho, porque me sobrepasan y me superan, porque me tienen ganado y perdido desde que los conozco, porque no he aprendido a decirles que no, ni sé cómo aprenderlo. Cuando algo se tuerce, los tengo aquí, justito a mi lado, empecinados e inconvencibles, armando guerras preciosas y metiéndose/me en líos locos. Yo sé lo que valen y sé cómo quieren, sé lo que intentan y me supera todo lo que consiguen –me supera y también me preocupa–. Yo solo sé que los quiero muchísimo, como a todos y a cada uno de los que siguen sus pequeñas utopías, y que me dejan siempre jodidamente en deuda –como todos y cada uno de los que los siguen y participan en esas pequeñas utopías–. Y yo solo quiero que sepan –que sepáis todos– que tengo una vida hermosa y colmada, que no me falta nada y me sobra casi todo, que soy un tipo feliz cada día, y que lo soy porque sé determinar qué es lo importante y lo que no tiene importancia, que soy un espécimen del primer mundo y gozo sus ventajas –ya

QUE YO ME VALGO...

Ahora que mi Mario camina y yo empiezo a gatear, con el deber incumplido y todo por barrer, con la sonrisa siempre –¿por qué no?– y un punto de angostura al fondo del paladar –como el mejor pisco–, siempre mejorando lo presente y medio ausente del trastodo…, me encuentro con que de un intento de disculpa, por mi falta de concentración, me achuchan los colegas con más fuerza que nunca y con más cariño que el que yo puedo procesar, y me jode un punto no tener palabras para el exacto agradecimiento, ni siquiera para hacerles comprender que no pasa nada y que fuera del cariño, que ése lo tomo hasta el último sorbito, debo ser yo quien tramite cada uno de mis fracasos, igual que gozo de mis tontos éxitos.  Saber que te quieren los colegas es la ostia sin hache, una ostia inexpresable, como ya he dicho, molona, erizadora, bruja, instigadora de alguna que otra lágrima de purita alegría… Todo debiera quedar ahí, porque así debiera ser para no obligarme a ‘obligarme’ y para no hacerme sentir

¿CÓMO SERÁ MORIR?

Hoy, después de colocar los restos del naufragio mercadillero de ayer, me pregunté de pronto cómo será morir mientras hacía esa cuenta de años que te indica que empiezas a estar en esa cuerda floja mantenida en un extremo por el descenso físico y en otro extremo por el cansancio y la puñetera ataraxia. ¿Cómo cojones será morir? , me dije, si persisto en respirar a la vez que me fumo hasta los papeles de escribir, si no me quiero ir porque me falta tiempo para 'ser' lo que quiero 'hacer', si estoy llegando a una plétora de entendimiento que precisa meses y años para consumarse en los hechos precisos. ¿Cómo será morir dejando pendientes tantas cosas que quedan por hacer y deshacer? , me dije. Sé con certeza que no me da miedo la muerte (aunque solo pido que no duela) porque mi vida ha sido y es intensa, porque soy consciente de cada bocanada nueva de aire y la aprecio tanto que sé gastarla con ganas, porque intento cada segundo darle sentido a la vida, porque me agoto de

MATABUELOS

Se despertó matabuelos y apoyó su cabeza en mi pancita. Yo estaba grogui, pero enseguida le acaricié con mi mano derecha y noté que el pañal estaba a tope. Fue entonces cuando levantó su cabeza y la acercó hasta mi cara. Me miró con curiosidad y yo le hice un gesto infantil al que respondió con una sonrisa indescriptible que mostraba sin pudor sus cuatro dientecillos. Apretó su mejilla a la mía y le besé no sé cuántas veces, hasta que se zafó y empezó a darme pellizquitos en el pecho –él muestra su cariño siempre con pequeños pellizquitos–. Volvió a sonreírme y dijo algo incomprensible con gesto interrogativo, como invitándome a jugar. Yo encendí la tele con el mando y él me lo quitó de las manos. Se quedó extasiado mirando los anuncios durante un minuto y luego empezó a cambiar los canales como un poseso hasta que desconfiguró la tele, que quedó con un mensaje de alarma. Entonces matabuelos me miró a los ojos y se lanzó con fuerza hasta mi moflete derecho para darme un beso. Yo pen

ENTRE VÓRTICE Y GURRUÑO

ENTRE VÓRTICE Y GURUÑO. Ya andaba yo entre vórtice y gurruño cuando llamó el ciático a la puerta. Le dije que no estaba, pero, sin más, se alojó entre la rodilla y el costado, pasando por la ingle, y lo hizo como entró Pedro por su casa. Así pasé de lo derecho a lo torcido y de lo recto a lo quebrado. Fue entonces cuando reaccionó esa zona de mi cerebro en la que habita la atención, y de atender a lo exterior con ganitas pasé a poner foco constante al costado derecho, a la cadera derecha, a la ingle derecha y al interior del muslo derecho. Luego apareció esa cosa genética que heredé de mi madre: "si te duele, te ríes"... Así que entre risa y risa empecé a hacer esa rara ceremonia (que es como un galanteo de las aves del paraíso) de sentarme y levantarme con giros extraños y con esos 'sí, pero no' tan comunes a los ciáticos. Como soy un cliente fijo del pinzamiento molón y ya sé cómo encontrarle las cosquillas al asunto, paseé con cuidado por la imprenta –siempre ap

NO SOY UN TIPO DE VERANO

No soy un tipo de verano. No lo he sido nunca, porque mis ojos claros se ciegan con la luz y me siento molesto y como amordazado, pues cuando no puedo mirar con foco y con contraste, tampoco me crecen las palabras. No soy un tipo de verano porque me quema el sol y mi piel blanca se cierra en escozor. No soy un tipo de verano porque me apisonan el ánimo los tumultos, las terrazas sin un lugar donde ponerme a orear, lo tipos despojados de obligaciones durante quince días jugando a la comparación con quien se cruzan. No soy un tipo de verano porque sudo y me agoto con cada grado, porque me cruzo de pronto con muchachos repletos de alcohol –o de lo que sea– saliendo de alguna fiesta y no entiendo nada. No soy un tipo de verano, y por eso me encierro en el averno de mi estudio huyendo del averno a ahí afuera y juego a ser Andrés Dorantes de Carranza en el Golfo de México, Tamerlán en Bagdad, Ciro el Grande en Sippar, Alejandro en Panyab o Trajano en Armenia. Sufro duros naufragios, acost

Te invito a desayunar...

Te invito a desayunar, le dije, y se quedó perplejo, como si no entendiera que un tipo como yo, caucásico y primermundero, se acercasé a él sin conocerle y le ofreciera un café con churros. Aceptó con una sonrisa y su cara de hambre troco en satisfacción. Yo pedí un café con leche y un par de churros y él hizo un gesto con la cabeza para pedir lo mismo. Le indiqué al camerero que le sirviera dos porras y volvió a sonreírme. Tardó un par de minutos en beberse el café y envolvió las dos porras con unas servilletas. – Muchas gracias, señor. Yo las llevo a la casa si a usted no le parece mal. Mi esposa no ha comido nada desde ayer por la mañana, solo comió la niña un huevito al mediodía y un vasito de leche por la noche. Les llevo las porritas para que se las coman. Van a ponerse bien felices. Mientras hablaba, el camarero puso sobre la barra una tortilla de papatas recién hecha. Le pedí que hiciera tres bocadillos de aquella tortilla y que me los preparase para llevar. El hombre so

¿Por qué?

¿Por qué mi nieto Mario lo tiene todo y al Chino o a Cucú les faltan todas las cosas indispensables para crecer sanos y felices? ¿Por qué mi nieto Mario tiene futuro y El Chino y Cucú no lo tendrán en toda su vida? ¿Por qué mi nieto Mario tiene los derechos básicos y El Chino y Cucú tendrán que luchar por ellos?… Y los tres sonríen si les sonríes, te abrazan si los abrazas, te quieren si los quieres, juegan contigo felices si tú juegas con ellos. El mundo es una sarta de mentiras envueltas en la doble moral y en un mar de contradicciones, y nuestra responsabilidad como hombres y como humanistas consiste simple y llanamente en apreder a compratir a diario hasta que todo vaya tomando la medida justa –de justicia–. Mi nieto Mario no ha hecho nada especial para vivir mejor que El Chino o Cucú; no ha hecho nada para estar cuidado, limpio y bien alimetado; no ha hecho nada para vivir en una vivienda digna y tener su cunita y su ropa limpia… ¿Qué han hecho mal mi Chino y mi Cuc

TRECE MESES YA

Trece meses ya y Mario se duerme en mis brazos mientras yo ya casi doblo moviendo acompasadas mis piernas para acunarle. Su gesto es de paz, de una paz generosa llena de esa tentación constante de achucharle. Le miro y me siento capaz de lo que sea, de todo, de cualquier cosa. Le miro y me veo acunando a su madre, a Felipe, a Guillermo, pero de otra forma. Le miro y me dan unas ganas incontenibles de reír y de llorar a la vez. Un par de horas antes pensaba en el mundo y sentía con cierto dolor una tremenda constatación de mi bajón físico y mental, de mi incapacidad para agotar a los demás con mis proyectos y mis ganas… Con él entre mis brazos volvió la fuerza, una fuerza inxplicable traída por sus párpados cerrándose, por su deliciosa boca en pompita, por sus manos posadas suavemente sobre mis brazos hechos… Me dije: ‘aún es posible, Felipe’, mientras le pasaba el niño dormido a mi hija para que lo dejase reposar tranquilo en su carrito. Mario es toda mi fuerza y toda mi es

DE BIJARRA A NARRAGONIA.

En este sur del norte conviven como pueden el necio y el tirano, la premuerta y el que murio hace tiempo, el zorolo y el castojosé, el pureta y el zarzuelero lírico de aceituna y somontano frío…, pero ya todos como revenidos, como pasados de edad y hasta de tiempo. El cielo es como aquellos fondos de teatrillo que pasaban a pura manivela y se repetían constantemente, y el decurso político lo trajinan un par de catalinas con ínfulas extrañas y ridículas. La vida en este sur es humillarse a diario o dejar que te humillen, pasar vergüenza ajena cada poco y esconderse a respirar unos minutos donde no huela a incienso. Yo, he de reconocerlo, persisto en mantenerme entre estas ruinas porque hay un nosequé que me anquilosa y, a qué negarlo, un montón de cadenas. Con unos años menos hubiera huido sin más y hasta sin menos, pero en el sesenteo ya está todo trabado y bien trabado. Del roce con los ‘hunos’ y los otros va quedando una pátina de verdín en la piel y en las ideas, una pátina agr

El mapa y el territorio

Estallan en los caminos las digitalis purpúreas en este verano raro y Béjar está más vacía que nunca porque el vacío se ha convertido ya en un estado de ánimo entre vetón y bijarrense. La flora y la fauna permanecen intactas, impertérritas ante el devenir de los hombres con su cosa cansina de apagarse. Dos esquelas de domingo fraguan el esqueleto de la tarde (otra vez, como cada día) y un par de turistas suben despacio las escaleras de la iglesia de El Salvador. Salen pasados dos minutos y se acercan hasta el bar donde estoy tomando café. Me hablan. – Buenas tardes. ¿Nos podría decir qué visitar en Béjar esta tarde? – Yo creo que la mejor opción es que suban hasta El Castañar y conozcan la ermita y la plaza de toros, que es la más antigua del mundo, además del hermoso paisaje del monte. Allí hay algunos chiringuitos donde pasar la tarde con una bebida fresca y disfrutar. – Ya, pero no nos apetece mucho hacerlo con el coche. Si hay algo que ver en la ciudad, lo preferimos.

Directo en el mentón

Un rayo que no pesa zumbando en el mentón (¿o era un rayo que no cesa?). La Gradisca mirándome indecente desde los soportales. Un infinito extraño en las caderas y esta falta de ti  – o de mí– en todo lo que tengo.  La vida es un proyecto para nada , me digo, porque al fin y al cabo me puedo decir lo que me dé la gana.  Me faltas , me digo,  aunque no sé quién eres ni sé quién soy , me digo.  Lombardas en el peso de la tienda de arriba –un toque de color siempre es prudente–. La cadera en su sitio y el hombro recordándome que es hombro. ¿Me hipnotizó Mandrake? No sé. Watanabe en la mesa y ese  prohibido el paso  color rojo en el rincón. La miseria con ojos, los parajes cercanos hechos de canas nuevas. Me engañan y lo sé, pero no importa. Soy un hombre tranquilo bastante Graham Green, pero no rezo. Me asusta no ser yo y tampoco importa.  The  Deleter  es Dios en esta historia –y en todas las demás–. Gorgias con su epidíptica es absurdo. Todo muy bien, muy bien, muy bien. Todo mentir