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Crónica de un día de elecciones.

Uno, que para ciertas cosas está tocado por la ‘gracia’ del azar más extraño, tuvo que repetir ayer como presidente de mesa en las elecciones patrias (esta vez las municipales y autonómicas). No es cosa que me asuste, pues acumulo experiencia en este asunto azaroso y cutre, por lo que no me afectó más que en ese robo oficial de uno de mis sagrados domingos. Había que ciudadanear y basta… así que me levanté con la fresca y con pereza (que mis domingos me ponen perezoso y jardilín), me ablucioné hasta donde me permitieron mis sentidos adormecidos, me vestí cómodo, me perfumé el cogote y me tiré a la calle, no sin antes comprobar que llevaba mi documento de identidad, el nombramiento oficial de mesero presidencial, el celular a tope de carga y un billete de cincuenta euracos para posibles imponderables… hacía un viento leve –muy de mi gusto– y me demoré en llegar al colegio electoral mientras me fumaba con deleite los primeros cigarrillos de la mañana.
Ya ubicado en el colegio electoral, acudí a la mesa que me habían asignado y, junto a ella, esperaban nombrados, suplentes, apoderados de los partidos y un tipo jovencito –un Ramírez de casta– que resultó ser un bonito descubrimiento para este bejarano viejo. Ese joven Ramírez verificó nuestra documentación y nos hizo firmar los primeros papeles del día, con los que se configuraba la mesa legalmente (la que terminara siendo la famosa y mediática mesa 03-003-A), a la vez que nos hacía entrega de una caja llena de materiales y documentación para el seguimiento correcto de todo el proceso de votación.
Mis acompañantes para la jornada fueron mujeres, dos viejas conocidas militantes del PP (sector duro) y la hija de Marina (de ideología antipódica a las antes mentadas)… un buen coctel para alumbrar un día intenso.
Configurada la mesa, el joven Ramírez nos instó a que rellenásemos la documentación precisa para poder cobrar la jornada de servicio público (unos 62 euracos por cabeza), y así lo hicimos todos. Yo rellené los datos que se solicitaban en el documento, pero no puse el número de mi cuenta bancaria, porque hace tiempo decidí que no quiero entrar en ese juego de los traficantes de dinero, y empezaron los problemas. El joven Ramírez me rogó que pusiera un número de cuenta y yo me negué, por lo que le obligué a llamar a la junta electoral, donde le indicaron que, o facilitaba una cuenta o hacía renuncia de esos haberes. Imaginaréis lo que respondí… pues eso, que ni iba a facilitar la cuenta ni renunciaba a los haberes… noté entonces cierto gesto de preocupación en el joven Ramírez y le sonreí mientras le decía que no se preocupase, que saldríamos adelante con el tema… y así fue, no sin unas cuantas llamadas de por medio, pues en unos minutos el joven Ramírez me pasó por su celular a una persona de pagaduría desde Salamanca para indicarme lo mismo que me había dicho el joven, que aportase un número de cuenta o renunciase al cobro, a lo que volví a negarme con energía… todo se solventó cuando el joven Ramírez recibió otra llamada del mismo origen en la que le indicaron que me comunicase que se me pagará por un medio distinto al bancario… y sonreí porque el joven Ramírez también sonrió.
Ya metidos en harina votera, volvía a ser testigo del enorme trabajo de zapa que realizan las bases del PP… son incansables, perseverantes, insistentes y hasta abrasadores… están bien formados para la jornada electoral y cumplen su labor con un celo que suele traducirse en el cabreo de quienes tienen que sufrirlos, pero como ya los conozco de largo, pues anoto la admiración por su preparación y por su encono, aunque no por sus formas, que a veces resultan irritantes… y vuelvo a decir y a decirme que si todos los partidos políticos hicieran esta labor como ellos, otro gallo nos cantaría.
Y el día discurría más o menos tranquilo, con ratitos de soledad y ratitos de pequeñas aglomeraciones de votantes, con medio cuerpo de la Policía Nacional uniformado a la puerta del recinto y visitas constantes de policías de paisano para verificar que todo estaba teñido de normalidad, con apoderados identificándose entre sonrisas… hasta que llegó un votante que, sin darme cuenta, introdujo dos sobres de votación en la urna… putada del día… tuve que detener las votaciones en la mesa y llamar a la junta electoral para que determinase qué debía hacer (es decir, llamé al joven Ramírez y le conté el asunto, el cual, a su vez, llamó a los mandamases para explicarles la piruleta, a lo que contestaron con una de esas respuestas tan oficiales y administrativas de  ‘ahora sí que tenemos un problema’… el caso es que, viendo cómo se desarrollaba el asunto y que me iban a complicar la vida, decidí por mi cuenta reunir a un representante de cada partido y buscar juntos una solución que permitiera que todo continuase con normalidad… llegamos rapidito a un acuerdo (que no cuento aquí para no liarla más) y todo quedó solucionado… y la cosa volvió a su ser de tranquilidad y tedio, hasta que entró al colegio electoral un señor, con una identificación de “acompañante” en la solapa, que empujaba una silla de ruedas en la que iba un ancianito con visibles problemas de movilidad y entendimiento… dejó al ancianito mirando hacia la mesa en la que yo estaba (el viejito me miraba fijamente a los ojos mientras yo le saludaba con cariño y le preguntaba por su salud, hasta que me percaté de que ni me entendía, ni estaba en condiciones físicas y mentales para saber que estaba votando)… mientras intentaba comunicarme con el anciano, el acompañante presentaba credenciales e intentaba introducir unos votos cerrados a su espalda, en la mesa que estaba recibiendo votos frente a la mía, e intentaba votar por él. Yo di la voz de alarma al presidente de la mesa opuesta y no sé cómo se solventó el asunto, pues enseguida se acumuló un grupo de personas para votar en las urnas que yo controlaba. Fue un pequeño espacio de tiempo en el que a la mesa llegaron varias monjas vestidas de negro y acompañadas por ancianos y ancianas que llevaban su voto cerrado en la mano y sonreían felices, dejando cierta sensación de que allí sucedía algo extraño. A los pocos minutos se montó un pequeño tumulto a un lado de la mesa electoral… hubo movimiento de policías y los apoderados de los distintos partidos políticos se acercaron para ver qué sucedía… un apoderado de Izquierda Unida había preguntado a unas ancianas que iban acompañadas de dos monjas que cuáles eran sus nombres y si sabían para qué estaban en el colegio electoral, a lo que las ancianas no supieron responder y la monja, que llevaba en su mano varios sobres de votación cerrados, comentó en voz alta: “estas mujeres siempre han votado a la derecha”… se acobardó por el lío que se había preparado y se marchó del recinto con las tres ancianas si hacer demasiado ruido… fue entonces cuando me abordaron algunos representantes de partidos distintos para que aguzara mis sentidos presidenciales y no me dejase colar votos ‘usurpados’. Ante el ‘presing' en zona que me hicieron los apoderados, me preocupé por obtener información fiable del asunto para estar preparado, y lo hice dirigiéndome a una pareja de agentes de paisano a los que conozco. Recabaron información y me dijeron que toda persona inscrita en el censo tiene adquirido el derecho de voto por ley y que las inhabilitaciones de voto solo puede hacerlas el juez, por lo que me quedé más tranquilo… y pasó el tiempo… y realizamos turnos de mesa para salir a comer (a mí me tocó el primero… cayeron unos tallarines con tomate y unas fresas con yogur deliciosas), de tal forma que a las cuatro de la tarde ya estábamos reunidos al completo, de nuevo, todos los miembros de la mesa. Como no entraba nadie a votar a esa hora, decidimos hacer unos turnitos de café, y me volvió a tocar salir el primero al cafeteo (ricoooo), así que me fui tranquilamente caminando hasta la gasolinera que está en la trasera del parque municipal y allí pillé dos cafés para llevar (entre el caminito de ida y vuelta y la compra de los cafés tardé más o menos un cuarto de hora)… y cuando llegué con los cafetines contento y piporro entre mis manos, alguien me dijo: ‘te la han jugado, Felipe. Mientras estabas fuera han venido a votar los ancianitos’… así que, ante el hecho consumado, me hice el sueco para no complicarme demasiado el día y me comí el marrón en silencio (lo cuento aquí para que quien me hizo la jugada, que no me consta quién pudo ser, no vaya a pensar que soy un tontito de baba).
El resto de la jornada discurrió con normalidad y el conteo fue ágil y sin que nadie pusiera pegas, por lo que pudimos terminar relativamente pronto… como la mayoría de los votos eran PP PP PP PP PP PP… y los de ese partido son los que suelen poner dificultades, pues todo fue bien suave, coño.
Y salí al fresco de la noche con mis sobres de actas, y paseé despacito hasta el juzgado de Béjar, donde los entregué y me dieron el justificante de entrega.
Y que acabé cansadito y hecho un trapo. Triste por los resultados bejaranos y animado por el gran cambio político que se avecina en la nación.

Y que caí en la cama como un bulto… y que ya no recuerdo más.

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