Me desespera el orden, lo bien puesto no sé para qué… otra cosa son los escaparates de las tiendas, ahí intentan vender… pero yo, ¿qué voy a vender en mi mesa?, ¿qué voy a vender en los estantes de mi biblioteca?… si todo lo que hay ahí es para mí… y el orden, como digo, me desespera… y eso lo llevo hasta mi forma de ser y estar. Alguna vez me llamaron ‘pijo desaliñado’ porque siempre voy con ropa y objetos de marcas conocidas, pero impecablemente desarreglado, con todo dejado a su justa caída sobre mi cuerpo, suelto… el pantalón arrugado y flojo, las camisas por fuera y con un regazado de mangas absolutamente casual… mi madre siempre me dijo: ‘eres un Adán, pero te quiero tanto’… ahora me lo sigue diciendo con los ojos cuando voy a verla y me atusa el cuello de la camisa o me sube el pantalón hasta la cintura… luego me besa en la mejilla… y a veces me siento como Traveler, un verdadero hombre de acción que ha hecho de todo y que casi nunca ha terminado nada, precisamente por esa desesperación que me produce el orden (y la constante necesidad de terminarlo todo enseguida, para qué negarlo)… también, como Traveler, tengo la pluma fácil –probablemente sea lo que tengo más fácil junto a lo de ir al baño– y eso a veces es una ventaja, aunque otras veces es un gran inconveniente, ya que mis problemas mayores siempre han surgido de mi facilidad de expresión y de su uso… si tienes facilidad para algo, pues que te gusta usarlo, ¿no?… y hasta sientes que tienes la obligación de hacerlo.
La verdad es que en el fondo estoy seguro de que deseo ser un solitario por mi aversión al orden… pero un solitario acompañado, entiéndeme bien, no un asceta ni un estilita… un solitario al que le gusta que le visiten y que le abracen, pero siempre con el tiempo medido, sin abusar… y fruto de ese gusto por la soledad me viene lo de mirar… me encanta mirar… y también lo hago con desorden… siempre goloso, que el mirar goloso me impele a la poesía, y eso me fascina… miro siempre con hambre –puedes sumarle los calificativos que quieras… física, estética, sensual, crítica…– y saco mis conclusiones de todo lo mirado… es como un juego adictivo, una sensación similar a la que sienten los muchachos con los juegos cibernéticos… y la verdad es que siempre, absolutamente siempre, obtengo placer de ello… mirar es la hostia de las hostias… mirar e imaginar en lo mirado lo que me apetezca… pero siempre con desorden, como ya he dicho.
Ahora ando metido entre números durante casi todas las horas del tiempo ‘útil’ de mi día, números que nunca cuadran y que me exasperan, números que en sí son el justo orden y que se suceden constantes contra mi felicidad… pero ya he aprendido a dejarlos en un apartado estanco y echar a volar cuando me place.
También deseo, deseo con verdadera pasión… y eso no es una estética.
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