Vuelan los grajos y son como una sortija negra en el aire para concelebrar el fin de los colores... ahora todo es frío y a ratitos también distancia... y quedan pendientes el lirio con ojeras, la mujer con manoplas de dibujos de nieve, la costura en la media a la par que amanece, algún abrazo póstumo y otro un tanto pirata, la Volpina en la nieve, aquella Derbi vieja y campeona del mundo, cuatro miradas cándidas y un entredós de ojos jugando al escondite... vuelan los grajos y se posan sobre el hielo sucio como un broche negro o una escarpia para concelebrar lo gris y lo anodino, el silencio traidor, el sentimiento anónimo, la turbación pequeña mientras las reses tiritan en los campos de escarcha y la luz es tan clara que se clava en los ojos... y miro los augurios que ha puesto el meteorólogo en la red para este ciclo nuevo... todo va a bajo cero y no se ven ya hormigas ni abejas, quizás porque no merece la pena.
De estos días he aprendido algo... a verme más mayor en las molestias pequeñas y constantes, a sentir cómo la cicatriz se arrebata en picores momentáneos, a percibir afectos que me tocan con magia y que debo guardarlos como tesoros grandes... y miradas torcidas que debo olvidar siempre... y todo va mal, pero también va bien... todo sucede aunque no me seduzca... todo grita ante mí ese ‘¡Debes escoger ya!’ tan puñetero para alguien como yo, que vibra siempre en la justa frontera de lo que hay y no hay... y de pronto una edición antigua de relatos de Verne para llenar mis manos y mis ojos, una edición gastada y deliciosa con dibujos de Roux traída desde 1897 por unas manos claras de vereda... mmm... me pasado la tarde mirando como embobado cada una de las ilustraciones, acariciándolas como un niño asombrado con un juguete antiguo... y he vuelto a volar en globo, a surcar mares, a trochar por selvas vírgenes, a naufragar y mirar asombrado las focas acostadas en el hielo... tengo un tesoro hermoso entre mis manos y lo trato con delicadeza mientras arranco a soñar...
Soñar es bueno.
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