Recibo por sorpresa carta de Claudia, aquella adolescente que me dejó marcado durante un encuentro en Mérida (aquellos ‘encuentros con autores’ que, cuando no gobernaba el PP, se hacían en los institutos de educación secundaria) y a la que escribí durante algún tiempo en mi diario bajo el título ‘Palabras para Claudia’... y ya no es una adolescente, ni mucho menos, que es una mujer joven y dinámica con la cabeza bien estructurada y con un cúmulo de experiencias que le van poniendo angostura en esto de vivir. Claudia primero me emociona al recordarme aquel encuentro...
«Recuerdo aquella charla en la biblioteca, a la que a punto estuvimos de no ir, por culpa de los exámenes. Aquel relato introductorio sobre alguien que murió en alguna corrida de toros. La primera vez que un adulto nos reconocía que “los mayores” también hacen el amor y nos recomendaba no llegar a casa antes de la hora acordada para dejar tiempo a nuestros padres en “lo suyo”. Y, sobre todo, la firma en el pequeño poemario: aquel “Tú y yo, Claudia, sí podemos cambiar el mundo”.
Hasta entonces, crecer era sucumbir; pero tú nos diste la chispa para no tirar los ideales por la borda.
Y voy a admitir que te tomé como ejemplo. Te colgué la toga de santo y me marché a comerme el mundo. Así que gracias por ser el viento en mis velas. »...
Y voy a admitir que te tomé como ejemplo. Te colgué la toga de santo y me marché a comerme el mundo. Así que gracias por ser el viento en mis velas. »...
y luego me deja medio grogui...
«Pero ahora he vuelto. Y he regresado medio enferma. Desde septiembre a julio he vivido en Estambul. Y me tocó todo: la cultura, el islam, el capitalismo feroz que se está comiendo el país, el machismo incontrolado, las protestas del parque Gezi y los ataques policiales.
Era raro el día en que no veía a un hombre con cuatro mujeres totalmente cubiertas de negro, sin más orificio que la ranura para los ojos; me acostumbré a las caras demacradas de las prostitutas y a los niños (sí, niños que no llegarían a los quince años) esnifando pegamento.
Comprendí entonces que no es tan fácil como yo creía… que el mundo no se puede parar, reorganizar y darle al play otra vez. Se me vino encima la realidad, como la más pesada de las losas ¡PLAF!
Enfermé de pura rabia. Regresé a la patria España tras haber vivido los diez meses más intensos de mi vida. Y ahora me recupero en la vida tranquila y apacible de nuestra Augusta Emérita.
Era raro el día en que no veía a un hombre con cuatro mujeres totalmente cubiertas de negro, sin más orificio que la ranura para los ojos; me acostumbré a las caras demacradas de las prostitutas y a los niños (sí, niños que no llegarían a los quince años) esnifando pegamento.
Comprendí entonces que no es tan fácil como yo creía… que el mundo no se puede parar, reorganizar y darle al play otra vez. Se me vino encima la realidad, como la más pesada de las losas ¡PLAF!
Enfermé de pura rabia. Regresé a la patria España tras haber vivido los diez meses más intensos de mi vida. Y ahora me recupero en la vida tranquila y apacible de nuestra Augusta Emérita.
Y así, hablando con Gabino en una noche de verano, me acordé de aquellas “Palabras para Claudia”. Y hoy me dedico a leerlas, con otros ojos, con más horizonte, más experiencia y más miedo. Con el acechante sufrimiento de no saber si despertaré un día sin más ganas de luchar.
Nuevamente en tus letras, cojo fuerzas. Para seguir, para cambiar el mundo, sí. Me pregunto qué hubiera sido de la niña que yo era si nadie me hubiera firmado el librito.
Y ahora, con mis veintiún años, me lo creo de verdad; y, supongo, que tenía que decírtelo.»...
Y ahora, con mis veintiún años, me lo creo de verdad; y, supongo, que tenía que decírtelo.»...
grogui total... primero porque he sentido intensamente por una sola vez que mis pobres palabras han tenido valor para alguien que no me conoce más que de un pequeño encuentro en grupo, un encuentro escolar, y segundo porque con chicas como Claudia aún hay esperanza para vejetes como yo.
Mira, Claudia, yo estuve en Gorfan y vi cómo las moscas se engolosaban en las bocas abiertas de los niños... estuve en Cambi a Simba y presentí el dolor del hambre y el olor de la muerte... estuve en el Metro de Madrid y vi cómo un negrito demacrado buscaba en una papelera algo de comer... estuve en Amsterdam y vi la riqueza descarada de todos los que me rodeaban... vi en mi pueblo cómo salían adelante un par de inmigrantes ilegales que no tenían nada... en Paracas he comido junto a la hija del pescador de muebles (lindaaaaaaa)... y he sentido la traición bastantes veces, me he bebido la ingratitud a tragos, me han dado golpes duros, he perdido a amigos enormes porque se los llevó la jodida parca... y también me he sentido feliz muchas veces, muchas... y la vida termina siendo eso, una serie de montañas y valles por los que dejarse llevar, un camino con final seguro en el que debemos apurar cada paso con todos los sentidos abiertos a lo bello que contienen... creo que todo consiste en querer ‘ser’ e intentarlo cada segundo de nuestro tiempo, no en querer ‘estar’... todo consiste en alimentarse de cada una de las improntas que nos deja el día con sus cosas y sus gentes... todo consiste en darse para vaciarse y no para recibir.
Lo que has hecho hoy conmigo es lo más lindo que me ha sucedido en mi vida, mi eterno sueldo de infuncionario, un tesoro que guardar como el bichito feucho del Señor de los Anillo... y por ello te estaré eternamente agradecido.
Da el siguiente paso, Claudia, y luego el que viene después... y más tarde cada uno de los que te resten... y disfrútalos como si fueran únicos, con intensidad, con pasión, ardiendo.
Un beso y mil gracias por tus hermosas palabras.
Leeros ha sido magia. Emocionante.
ResponderEliminarGracias, a los dos.
Bss
Ójala, alguien me escribiera algo así
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