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Mostrando entradas de agosto 19, 2012

Fueron como diez minutos...

La sal y su aritmética, la sal del sudor de ayer y un sumarse sin restas a lo que esté previsto, el salitre del muerto que pasea y mira y se esconde en silencio como un uno de absurdo indescifrable... la sal de quien te mira para que el dos florezca o se marchite, la sal que sinsazona de lo que no te entiende, la desal, la dessal, el deseo de sal en una boca... simplemente el deseo... sin sal. La mulata tremenda tenía crines trenzadas y una voz globulosa y descendida... cantaba al final del calor como una rúcula y no olía a tomillo... olía a sudor y a humedad  vieja... y cantaba, mojita, lo que se desviniera, sentada como un fardo divino, un enorme fardo divino y catatónico... divino y muy cosmético... molía la mulata los oídos mientras la vista era para cada ceniza coronando cabezas... Pensé entonces en hacer el amor sobre la mesa de pizarra, hacerlo con cada una de las miradas lúbricas del gentío a la mulata, con cada oído presto a su tarara hecha de eco de ron y lima