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Mostrando entradas de marzo 18, 2012

Apilad los cadáveres.

La memoria murmura los nombres olvidados de las cosas, los paisajes que fueron arrasados por las constructoras y aquellos espacios que alguna vez parecieron vacíos… pero hay gente que existe y baila y llora y sueña mientras escribe solicitudes para ocupar los espacios que parecen vacíos…  El lugar de la huella no es de nadie, pues el tiempo macera su venganza tranquila y deja que la vida consiga ser rumor y no otra cosa… luego, la muerte avanza, siempre avanza, y lo hace con sus pancartas viejas, como manifestándose, con sus gritos ajados para arengar al hombre…  “ tú eres la más elevada criatura, el perfecto, el sublime, el que ocupa los tronos, el fuerte, el que razona, el que conmueve, el capaz de cualquier heroísmo, el que contiene el genio y lo administra, el que encuentra la gloria, el que domina todo cuanto mira, el que administra el espacio y lo somete… pero el tiempo no es tuyo… ”  La muerte avanza, y ríe, pues sabe que la tetera permanecerá junto a las taz

Reacciona contra el domador

Da igual quién convoque o qué intereses espurios se escondan en la convocatoria –que siempre los hay–... los españoles estamos perdiendo derechos a una velocidad inusitada, derechos y capacidad de consumo, derechos y libertades. Desde esta bitácora os animo a salir a la calle y a gritar por lo que es nuestro. El domador vive mejor que cualquiera de nosotros y lo hace con el fruto de nuestro trabajo, pero además alimenta a sus sicarios con el sudor del pueblo, unos sicarios acostumbrados al fraude y al robo descarado. Los partidos no son la opción... la opción somos los ciudadanos... y tienen que oír nuestra voz... y escucharla. Da igual quién convoque, pues ésta es una excelente oportunidad de vernos unidos contra quien defiende solo los intereses del capital.

Soy un uno...

Soy un uno, un uno blando que acaba de contarse justo cuando se empieza... mis talones son unos doblados por su centro; mis piernas secas, unos corvados, zambos; mi sexo, un uno restándose o reptando; mi vientre, un uno enteco; mi pecho, un uno par y caedizo; mis brazos, dos unos desunidos de sus manos atadas por un nudo de unos; mi cuello, un uno hueco; mi boca, un uno que se resta de palabras desde el húmedo uno de la lengua; mis ojos, unos ciegos que a ratos se arretinan creyéndose binarios en el iris.  Todo yo un uno primero y último, agotado y tan lleno como el cero previsto entre gladiolos, como la cruz de un sur que siempre estará al sur de cada paso.

Tucídides se suicida sonriendo.

Qué fracaso vivir habiendo amado tanto los vestidos de gasa de las vírgenes y no su contenido. He de morir ahora y me crece la duda. Ni en lo definitivo soy preciso. No sé si la cicuta o un baño con las venas desbocadas, no sé si darle al mar la suerte de mi cuerpo o hacer un vuelo último desde el acantilado. Moriré sonriendo en todo caso... me perderé en el sueño y reiré con la parca, que antes que Miguel d'Ors lo dijo el Marca: 'mañana se retira Butragueño'... la vida es una flecha hacia la nada.

El abrazo del tigre...

Sentir que cada día es como el abrazo del tigre mientras oigo el rumor de las hojas rozándose en la fiebre de la arboleda y el viento se hace con todas mis banderas personales y las desgarra. Y del primer zarpazo sentir el resplandor como algo físico que me resume en selva, una selva de la que salen las doncellas temblando entre las sombras, como buscando cobijo en mi perfil de sangre y carne y esqueleto. Y notar el latido que hace añicos los espejos y ser flor insegura y hembra de mamífero y espíritu de espiga incierta. Soy cazador desde que mi genética empezó a cocerse con el barro y los ancianos muertos frente al fuego y, aunque está algo almidonada mi estatura de cruel depredador, busco cada mañana las armas más propicias para salir al mundo: mi piel de sordomudo, el zurrón de las manos para acariciar los cuerpos quietos de las presas, el dedo escondido buscando la tensión de los cuchillos, el cuerpo harto de aceite para engañar al olfato, los dientes enma

No hay nada y nada espero...

Yo, que nunca supe de un trabajo fijo y caí ante las voces más anodinas de mi tiempo porque el éxito es cosa de otro tipo de hombres, que doy la espalda y cierrro los ojos para negar lo evidente, que he sentido las risas un segundo después y los más engolados profesores de Lengua y Geografía e Historia se han mofado de mí en público, que me he sentido tirado en el medio de la acera por alguien a quien quería y no sé llevar mi casa, ni a mis hijos, ni a mis padres; que no tengo quién me entienda mientras veo a tipos mucho peores que yo alzarse con las glorias mundanas del dinero y las fincas, que me siento miserable y no soporto los consejos diarios que me ofrecen, que contemporizo por no llegar a la ira [porque cansa], que siento cómo mis versos suenan en las voces de otros y que lo hacen mejor, aunque sean usurpados; que no se rebelarme, aunque por dentro estallo de ira y no he ido a guerra alguna que no fuera ganada de antemano, que milité para ser y nunca para hacer, que vomito

Poema hablado del asesino del domador. "El prefecto de la gendarmería"

Sé que estoy vivo y soy el labio carnoso de la muerte. No espero sino lo que mi mano alcance y aguardo con paciencia cada hálito del aire que me queda. Si viene el mar, no nado, tan sólo floto al pairo y no me quejo si acosto en tierra yerma. De cada paso dado guardo una huella por si me hiciera falta descansar en su gesto. No me va mal, pues pienso que ha de irme peor y no me importa.  Hoy respiro.  Mañana acaso ría.

Cuando las fieras juegan a ser el domador.

A veces las fieras se empapan tanto del espíritu del domador, que actúan como él mientras comparten la miseria de las jaulas. Ayer recibió mi madre el alta hospitalaria y la orden facultativa de alta decía, entre otras cosas, que debía regresar a su domicilio en ambulancia con la orden expresa al   ambulanciero de que la subiese los cuatro largos tramos de escalera que van de la calle hasta su domicilio. Todo fue perfecto hasta que mi progenitora montó en un vehículo infecto y desastrado. El conductor la colocó de mala manera en una camilla y se olvidó de sujetar su cuerpo con las correas al caso, así como de echarle una manta encima (la temperatura en la zona era ayer de unos dos grados). Mi padre iba sentado a su lado intentando cubrir su cuerpo con una cazadora y sujetándola como podía de los efectos de las curvas, los acelerones y los frenazos (mi madre llego totalmente dolorida del movimiento constante, pues su operación tenía solo cinco días). El tipo tardó 42 minutos

El descanso de las fieras II

El descanso de las fieras

La familia del domador

Retrato del domador