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Que estoy de fiesta...




La fiesta es droga oscura que me deja perplejo (últimamente no salgo de ese estado molondro por muy variadas circunstancias)... los chicos, que en el curso no dan un palo al agua y parecen unidades absurdas e inconexas, se agrupan empeñados en sus peñas y se organizan prestos para hacer camisetas, comprar bebidas frescas (por no decir infestas) y hacerse por tres días –”TRES DÍAS”– partícipes del ‘people’ en plan gentío grumero... si no se da un pregón al raso, como siempre, se amulan y cabrean... y hasta se manifiestan (perplejo, ya os digo, de ver a estos chavales, de común anodinos, cabreados como monas por asuntos tan magnos como que el chupinazo sea al uso o al eso)... son capaces de armar la de Mambrú si un grupo se retrasa en un concierto o si la pasma acota los horarios nocturnos del bureo...
Y viendo en positivo tal cremada juvenil y fiestera, pues que pienso que al cabo debo arder de esperanza, porque quizás un día los pregones se cambien por el paro, la mangada bancaria o el cataclismo asdrúbal de los politicuelos... que el chupinazo troque en sordina y se haga cabreo macanudo por tantas injusticias que devienen en hambre o en pobreza rampante... que el retraso en los sones de algún grupo de moda se cambie sin quererlo por el gasto membrillo de la I(i)glesia y su mano tirada hacia lo público o por el robo cierto de cualquier corbatero con su todo blindado... o que la pasma en trance de cerrar cada trago pase a ser pleonasmo (redundancia, ¿me  explico?) de esa otra pasma célibe que acatarra los cuerpos de quienes desalientan por razones de peso.
Nada, que estoy de fiesta... aunque mi monedero me dice que ni flores. 
Sin blanca me desfiesto.

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