Hoy sentí un frío raro cuando salí a la calle, uno de esos fríos que destartala y deja los tendones como injertos, mientras hace volver una ligera incontinencia a mi vejiga. Me abroché. En la calle la soledad se hacía pájaros raros y el color de las cosas comenzó a tomar los matices del otoño... luz atenuada, sombras débiles y descontrastadas... tuve que meter las manos en los bolsillos para buscar el caldo/calor de los muslos e intentar pillarle el tono al día.
Béjar ya se vació de tintines, tahuretes y damonas de noche. Ya no hay más pijos que los cuatro de siempre (venidos a menos) ni más cera que la ardió el día de la virgencita... la ciudad es ya solo de los cuatro gatos que la vivimos, de los que le apañamos el juego lunes/viernes con un trajín pausado que seguro que viene del ritmo anciano que la puebla... y en este desestar siento yo el frío cada mañana recién amanecida, como la de hoy... y llego hasta el vacío del trabajo –que es un vacío en otro vacío– y mi silla Wassily me acoge con su transtiempo Wells (H. G.) y el computer anuncia la penúltima fuga en titulares, una fuga de otros que esconde cada una de las mías. Sopeso la partida y veo que el sintrabajo me da espacio para volar un rato a donde me apetezca...
Quizás todo esto sea cosa de mis diez años salesianos: la culebra de querer ser otra cosa como una tonsura en el alma, los aviones mirados a la sombra de las manos con ansia de formar parte del pasaje, la manía de mirar descaradamente con estos ojos de lapizlazulí gastado, las chicas segregadas en los días de cine como para entender que eran la manzana prohibida, el gesto de bajarse de la acera o ceder el asiento, la mierda caligráfica que me lleva a escribir como un dibujo, el pecado constate... y cometerlo, el miedo a lo cercano y el gozo de lo eterno, ese ‘todo está bien si hay orden y limpieza’ que lleva la mentira en su principio, el ‘deber’ como un asco, el ‘huir’ como un rito, el ‘amar’ como algo inconfesable... fueron días de sahariana de entretiempo en color crema, de pantalones cortos aunque nieve, de querer ser el mártir en el circo o ver a la criada en la escalera.
Hoy es un día especial... como los otros.
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