Ir al contenido principal

La crisis...




Escribió en 1982 Juan Cueto –que nunca me pareció tonto– que “Las crisis se han convertido en la materia prima de políticos desorientados, sociólogos sin imaginación, economistas perezosos, escritores sin ideas, intelectuales no reciclados a la complejidad, militares golpistas y periodistas aburridos”, explicando después que la crisis “es el gran recurso que garantiza por tiempo indefinido ese estado de permanente excepcionalidad que instaura la disuasión y el consenso, como maneras ordinarias de garantizar la convivencia y las ancianas relaciones sociales”... y, mientras, mi You no entiende que en nuestro absurdo primer mundo todos trabajemos para pagar al banco... no para comer o para abrigarnos en invierno... para pagar al banco.
Estas dos visiones de nuestra sociedad son buenas y válidas, sobre todo si se explica de una vez por todas que cada crisis es una coartada para acabar con las nuevas formas de ver e interpretar el mundo, un medio de control y manipulación de los ciudadanos para dejar las cosas como están... amedrentar y mermar la posibilidad siempre le ha resultado estupendamente al capital, tanto como armar alguna contienda bélica... y también se utiliza como cortina de humo para ocultar la verdadera crisis, esa que anuncia los cambios de paradigma que supondrían la pérdida del poder en quienes ahora lo ostentan...
 Si reaccionamos pacíficamente, somos unas marionetas perroflautas movidas por los intereses de algún partido de izquierdas... si reaccionamos con violencia –Dios nos libre–, les daremos argumentos para que nos eliminen con violencia...  si nos dejamos al desencanto, estamos vencidos... 
¿Cuál puede ser nuestra solución?
Quizás debamos empezar por desarmar el significado sesgado de la palabra crisis, pasando luego a enfocar sin dramatismo alguno ese camino de cambios que están produciendo esta reacción por parte de quienes ostentan el poder (si lo propician es porque sienten verdadero temor a lo que venga... y eso significa que para nosotros será bueno)... y arrancar con el proceso ideológico que nos lleve a otro lugar muy distinto a éste, pasando de sus cadenas y de todas sus gabelas, negándonos a deber por lo que no hemos gastado jamás y a pagar por lo que nunca será nuestro (porque no debe ser nuestro, que la propiedad es uno de los mayores males del mundo).
Escribía también Juan Cueto que “la crisis es una coartada contra los efectos de las crisis que anuncian el nuevo hecho de civilización” y mi You solo hace que repetir ese “no entiendo” que deja bien claro que sí que entiende.
Pues eso, coño.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Al Canfrán a varear fideos...

Debe ser de cuando te mandaban “al Canfrán a varear fideos” o incluso de aquella mar salada de los ‘mecachis’... el caso es que siempre llevo puesto algo de casa [que es como decir algo de antes] en la jodida cabeza... y nado entre una pasión libidinosa por decir lo que me dé la gana y un quererme quedar en lo que era, que es lo que siempre ha sido... pero todo termina como un apresto en las caras, mientras el hombre de verdad dormita entre una sensación de miedo y otra de codicia... ¡brup!... lo siento, es el estómago que anda chungo... y tengo ideología, claro, muy marcada, y la jodida a veces no me deja ver bien, incluso consigue que me ofusque y me sienta perseguido... a veces hago listas de lo que no me gusta y de los que no me gustan... para qué, me digo luego, y las rompo... si al final todo quedará en lo plano y en lo negro, o en lo que sea, que al fin y al cabo será exactamente lo mismo... es por eso que hay días en los que me arrepiento de algunas cosas que he hecho, casi t

Los túneles perdidos del Palacio Ducal bejarano.

Torreón del Palacio Ducal con el hundimiento abajo. De chiquitillo, cuando salía de mis clases en el colegio Salesiano, perdía un buen ratito, antes de ir a mi casa, en los alrededores del Palacio Ducal bejarano. Entre los críos corrían mil historias de pasadizos subterráneos que daban salida de urgencia desde el palacio a distintos puntos de la ciudad y nos agrupábamos ante algunas oquedades de los muros que daban base a los torreones para fabular e incluso para ver cómo algún atrevido se metía uno o dos metros en aquella oscuridad tenebrosa y estrecha. Ayer, en mi curioso pasar y por esa metichería que siempre tenemos los que llevamos el prurito de la escritura, escuché durante el café de la mañana que se había producido un hundimiento al lado de uno de los torreones del Palacio Ducal y corrí a pillar mi cámara y me acerqué hasta el lugar. Allí, bajo el torreón en el que se ha instalado una cámara oscura hace un par de meses, había unas protecciones frugales que rodeaban un aguj