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Mostrando entradas de mayo 31, 2009

Madrid me mata.

Madrid suelo digerirlo mal, pues necesito digestiones de varios días para enfocar mi paso por sus calles. De la última visita, aún en fase tan rem como doliente –me desresaco mal con estos años cumplidos... sin cumplir demasiado–, se me ha quedado una cosina de mujeres como las ondinas de Klimt y otra de más mujeres como las Judit diversas del mismo pintorcete [como ves, amigo Celes, va aprovechando el librito EPA... ¡gracias!]... y a mí me hubiera gustado más que me hubiera quedado una cosa Danae [no es para morirse sin haber visto este óleo de la colección Graz que Klimt pintó entre 1907 y 1908... ¡una pasaaaadaaaa!, que diría el amigacho Pedro Cubino]... La cosa es que estuve en el Madrid de Montera, como transido, caminando entre las rabizas forzadas [no sé si por farlopa o pico] a mostrarse a los ojos como meriendas. Solo una me miró. Estaba en una esquinita sucia, con un short color menta que apenas le tapaba los ojales del cuerpo... y una blusa melón, tan transparente... que era

Palabras para Paco

Hoy me apetece hablar de Paco, porque estuve con él hace unos días y le noté tenso y algo abatido... y eso me jode, pues sé que es un tipo vital que necesita sonrisas [tanto prestarlas como recibirlas] y sentir que se está a su lado indefectiblemente... pero por amistad y solo por amistad [que siempre hay algún estúpido –el mundo está lleno de ellos– que busca dobleces donde todo es pura línea recta]. Mi amigo Paco [repito la palabra “amigo” para que se patentice y se quede marcada como a fuego] es un tipo alucinado en el mejor de los sentidos [aquél que puso en palabras don Miguel de Cervantes], vehemente, empecinado, absolutamente creativo, puro nervio y un notable emprendedor. Su verdad –una verdad muy bien adaptada a nuestros tiempos– siempre va acompañada de una generosidad sin medida... y su más sobresaliente valor –que envidio– radica en saber creer en sí mismo sobre todas las cosas. El problema de Paco, se lo he dicho muchas veces, es que no sabe escoger bien a sus compañeros d

Nada como besar en la mejilla a Susana Rivera.

En Horcajo Medianero, hasta donde nos llevó Antúnez para entregar unos planos por una carretera terrible, ya estaba mi cuerpo pidiendo manzanilla –el curveteo y el jodido aire acondicionado me dieron un directo al estómago–... pero no pasa nada, que con el primer sorbito de manzanillita empecé a entonarme y ya a la altura de Las Rozas Village estaba preparado para lo que cayese. Allí, en Las Rozas, repusimos calzado para el verano a unos precios extraordinarios [Pedrito se acabó comprando dos pares del mismo modelo] y también repusimos fuerzas en forma de cervezonas [éstas, carísimas, no te digo]... pero se estaba bien en el sitio y se nos pasó casi la hora del concierto de Paquito Ortega. Llegamos apuraditos gracias al Tomtom de Ricardito, pero llegamos. Del parking donde dejamos el auto, hasta el Teatro Lara, atravesamos con los ojos abiertos como platos toda la zona de Montera... lumpen a gogó, prostitutas jovencísimas con aire decadente por todas las esquinas, más chinos que madril

Viaje a Merenguelandia.

Na, que me voy a ver a mi amiguito Paco Ortega triunfar en el Teatro Lara de Madrid con la presentación de su nuevo disco con poemas de Ángel González... carretera y manta.

De la trepanación de Oliverio

Acababa de ver la película “La dama del perrito” [imagino que basada en la obra de Chéjov del mismo título] en un cine de la calle Lavalle y, al salir de la proyección, fue atropellado por un auto. Se levantó y caminó hasta su casa. Unos días después, y debido a ese accidente, hubo de sufrir una trepanación de cráneo que le dejó disminuido para el resto de su vida. El tipo que mejor supo camuflar los heptasílabos para enredar las tradiciones clásicas con las vanguardias, el que se metió en el mar del barroco y se lo bebió entero hasta hacer otro mar mejor, el que jugó a mezclar los opuestos como un nuevo alquimista de palabras con su “levitabisma”, el que aglutinó vocablos con verdadera novedad y los hizo permutables, el que construyó un lenguaje mientras agotaba el nuestro, el que destruyó el vacío hasta desinventarlo... se topó con un auto una tardenoche en un cotocroc que lo dejó limpio de lo que tenía. Oliverio supuso una luz ultrabarroca –pero con señales, siempre con señales... n

Otra vez las chanclas.

Andaba yo a primera hora pensando si convertirme en Robayna [Sánchez] o quedarme en Manolo Gómez Bur, personaje en el que estaba desde última hora de la noche de ayer... pero hacía un calor pegajoso y no había dormido nada bien, así que decidí levantarme con pausa y meterme en la ducha para intentar aclarar mis ideas... se estaba de puta madre bajo el esprái de agua templadita, en pelota picada y con los ojos cerrados... le eché más de media hora al lujo del agua y salí queriendo ser yo otra vez, que don Manuel murió hace tiempo y el tal Robayna no va mucho más allá de los ojos entornados. Me sequé un poquito a toallina y dejé algo de humedad para pillar esa cosa fresquita que se te viene cuando sales a un espacio más amplio... salí al dormitorio y me quedé como un ficus frente a la ventanona semiabierta, recibiendo chorritos del aire venido de afuera... ¡qué sensación! Cuando el placer empezó a hacerse frío, me embucé el albornoz y ataqué un desayuno frugal [últimamente no como dema