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Mostrando entradas de junio 8, 2008

Paseote con Guille.

Salí con Guillermito esta mañana a respirar aire puro, a ver bichos y a buscar setas en la montaña bejarana. Estupenda la salida con mi chico al sol recién llegado y a esa cosa de la vista abierta. Vimos pájaros grandotes e intentamos fotografiarlos [un par de urracas andaban como locas detrás de un reptil y lo pasamos pipa viendo la pelea], escarabajos gordos, un par de lagartos verdes, setas recién salidas entre los pinos, hocicadas de jabalíes en el suelo húmedo, los restos de la torre de vigilancia de incendios en La Cruz del Herrerito, un perro grande ciscándose en pleno monte, varias mariposas tímidas, un refugio de pastores rechulo en el que nos foteamos, un regato hermosísimo que traía agua para parar un tren, dos manchas grandotas de nieve, cinco aviones a reacción con su caminito blanco en el azul del cielo [a uno le hice una foto tele con filtrote]… y olía a escobas en flor, y por eso nos sentamos un cuartito de hora a oler y a mirar el mundo bajo nuestros pies… hasta que no

Perseguir el precipicio.

Pasé la tarde de ayer, entre cervecitas, con la pujante poesía joven [representada por la delgada línea roja del coleguilla Gonzalo Escarpa y por la poesía híbrida e insular del chiquillo grande Ben Clark]… y con la repujada fuerza editora del potente Fabio Rodríguez de la Flor, editor pimpollo de esa cosa hermosísima llamada ‘Editorial Delirio’. Es Gonzalo un clavicordio de proyectos y un imán para raros [en sus acepciones de atracción y liderazgo religioso], un tipo que destella y jamás deja frío al personal, además de poseedor de un atractivo natural que ya le presenta con medio camino andado. Ben Clark es más como era yo a sus años, incluso hasta me reconozco en su físico de alguna forma, y se percibe lleno de ganas poéticas. Fabio es otra cosa… una ente humano en el que se mezclan una mirada dulce e inteligentísima con una sonrisa pérfida, una sólida autoformación con una bella candidez indefinible, un buen mazo de ganas con un manejo magistral de la posibilidad. Los tres hacen un

Entre Sinda y la huelga camionera.

Anda la camionería revuelta, hasta tal punto, que en tres días de huelga ya hay un muerto, un herido grave, varios camiones quemados y unos cuantos detenidos por piqueteros. De su acción nos viene quedando un puntito de desabastecimiento de gasofa, algo flojo el tema de alimentación y bastante jodida la reposición de materias primas en empresas tan pequeñas como la mía. Y yo los entiendo, porque acuso los mismos golpes y en los mismos lugares, pero no comprendo que sus reivindicaciones se queden en lo particular, en lo chiquitillo [solo quieren arreglar lo suyo mientras joden lo de los demás –mi empresa no aguantará más de dos semanas sin materias primas, y son siete familias a comer del asunto–]. ¿Por qué no reivindican –y yo me uno de inmediato– la bajada de impuestos en los combustibles –que son leoninos– y empujan al gobierno a tomar medidas contra los especuladores y los países que ponen el precio a nuestro consumo energético? Hoy me decía Josema que la huelga durará poco, ya que

Es hermosa… estoy solo.

El cuerpo de la mujer chorreaba un sudor de fresas calientes y yo pensé que era por mí [cándido varón tardío], pero era el jugo atrevido de la fiebre. Me gustan a veces las mujeres enfermas [si se dejan querer y cuidar] y también las que tiene tendencia a entristecer de pronto [deben ser las secuelas de mi época de lector de la poesía romántica anglosajona]. La habría besado con verdadero deseo y me habría dejado entero entre sus brazos derrotados por las malévolas bacterias. Pero solo estaba en mi cabeza, hecha a mi capricho hoy, con los ojos cargados y la nariz rojita, tirada en el camastro como para pintarla sin prisa, expuesta solo a mis ojos y a su enfermedad pasajera. Una mujer enferma de levedad es absolutamente bella, porque es resignación de lo físico y rendición en los ojos, carne y esqueleto sin adherencias de pose o de teatro… entonces imagino a una huella en el barro pariendo un muerto, me turbo si mi sombra se mezcla con la suya sin tocarnos [es divino jugar al contoneo y

Hoy ha venido a verme la musa.

La musa es nocturna, como una lechuza vieja y canalla, igual que un crimen o el muslo de una diosa en el mármol pulido. Dicen que aprendió a llagar en las cabezas de los hombres bajo el techo de un prostíbulo de amapolas y cíngulos, y que se fue de allí para enclaustrarse no se sabe dónde. Algunas noches viene a verme sin avisar, penetrando en mi cabeza como las aves que migran, y lleva trenzas de matrona suiza enmarcando su tez de arena… otras noches se me aparece de pronto como un luto hecho de aguamarina, y me muestra su esqueleto fluvial mientras introduzco mis manos entre su blusa para lavarme un poco [esos días tiene cadencia de médula y me presta sus mimbres para hacerme una silla]… en otras ocasiones se me aparece como el caramelo caliente, peligrosa y casi adolescente, y me muestra sus caderas enormes y hasta me invita a entrar en ellas con un gesto de sus manos finísimas [yo entro]… pocas veces llega como una lejanía y solo es aliento [ánimo/ánima], y esos días parece que soy

Como el Mercurio volador de Giambologna.

Adrián me regaló un dibujo enorme, realizado a carboncillo, de una mujer desnuda, y me sentí muy halagado porque sé que es fruto de un trabajo personal decidido y porque alumbra el comienzo académico de algo que le puede llevar a caminos hermosos en los que anudarse. ¡Ánimo!, Adrián, y muchas gracias por este trocito de lo que quieres ser. Te deseo voz propia, mirada inquisitiva y ganas, muchas ganas. Un abrazote. ••• Y que pillé mi coche a primera hora y alcé el vuelo como el Mercurio volador de Giambologna, animado por la voz ronca de Joe Cocker y tomado por el espíritu bajo de las pocas ganas de hacer. Conduje despacito por la campiña bejarana [hoy luminosa y de un verde casi sexual] y pensé en la gozada ‘flavour feesten’ de Marloes de Laat y Roel Vaessen, en los collages de Emmi Salonen, en el universo de lápiz blando de la Proud Creative, en los trabados recortables de Floortje/Fluitsma, en la fiebre cartelera de Erich Brechbühl o en la gozada descontextualizadora de Ditte Kuijper