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Mostrando entradas de noviembre 4, 2007

Cuando sabes lo que necesitas....

Cuando, de pronto, descubres un día que sabes exactamente lo que necesitas, entras en barrena, porque a la vez percibes que en ese conocimiento hay contenida una tragedia inconmesurable que radica en la sensación [casi siempre realidad] de habitar en el punto de no retorno. Cuando eso sucede, cuando sabes lo que necesitas, percibes a la vez que no habrá correspondencia de los seres y de las cosas hacia tu certeza y, por tanto, sabrás a la vez que no serás capaz de alcanzar satisfacción para tu necesidad. Es la historia del hombre… un camino de dones no apreciados y un monton de trochas abyacentes llenas de falta e insatisfacción. Quizás mi tristeza inagotable radique en que ya sé lo que necesito, sé dónde está y cómo llegar hasta ello… y sé también que circunstancialmente es imposible hacerlo. En mi camino he ido tomando elecciones y decidiendo descartes, he aprendido a estar en el medio que me he creado y a gestionarlo con respuestas acomodadas y cómodas… pero también he ido acumuland

Notas sobre creación.

Cuando escribo, lo hago para intentar quedar alucinado con el resultado. Busco sorpresa sobre mí mismo, que lo escrito resulte absolutamente distinto a la voluntad que lo trajo y, por tanto, no responda a mis planteamientos previos, sino que sea otra cosa, algo exterior a mí, algo en lo que descubrir que hay otro yo que desconozco y que estoy empeñado en conocer. Esto/eso es la escritura. De ahí también puede decirse que el que se autodenomina ‘escritor’, ‘poeta’ o ‘artista’… sencillamente no lo es, y hasta es muy probable que no lo sea jamás, pues se ha quedado detenido en el ‘narciso’ [esa fase difícil de llevar -para los demás y jodidamente pegajosa al cuerpo presente del que la padece], en la simple herramienta. Escribir, crear, es algo mucho más complejo y bastante más íntimo [absolutamente íntimo]. Recuerdo ahora vivamente unas palabra de Alberto Hernández sobre la sorpresa que le producía alguna obra salida de sus manos y de su imaginario más profundo… se admiraba del resultado

Existe un final para cada cosa.

Todo es susceptible de ser reemplazado porque existe un final para cada cosa, y justo en ese final hay alguien o algo esperando para seguir o para cambiar. Desde esta premisa puede inferirse que no hay nada que nos mueva a estar vivos o a lo contrario… y por la misma ecuación podemos calibrar el servicio que nos presta esta premisa de cara a no darle importancia a lo que no la tiene o, simplemente, manifestar como importante solo lo que nos apetezca que lo sea y hasta que nos apetezca que lo sea. Así, todo termina siendo convencional, hasta el poeta en su voz… y cuando entiendes esto, también eres capaz de entender que todo lo que te han enseñado es falso desde su médula, pues va dirigido a modelarte. Así es como llega el desencanto: cuando comprendes que eres sustituible sin más, que no respondes más que a unos parámetros de orden general marcados para todos. Es entonces cuando percibes que la política, el arte, la diversidad cultural, la economía y la vecina del quinto te importan un

Estados adolescentes.

Para descubrir hay que tener recuerdos y haber aprendido a nombrar el mundo, por eso el acto de amar necesita haber sido, aún antes de existir, dulce fracaso… para ser recordado, para que encuentre su nombre preciso en el archivo del cuerpo. El otoño me rinde siempre, pues mi cabeza se llena de ideas nuevas y por mis ojos entra el vómito de los colores del campo de El Castañar hasta conseguir un éxtasis inagotable. Soy mucho más sensible en estos días –quizás también más vulnerable– y me dejo llevar por las palabras redondas que pueblan mi cabeza como si fuera un lugar de vacaciones [tengo una masa ingente de población flotante de palabras en esta estación]… de este estado me crece cierta predisposición a enamorarme de lo primero que encuentro… un papelito tirado en la acera, la sombra de un edificio, una nube, el andar apresurado de una mujer desconocida… y sufro una suerte de catarsis que me pone eufórico a ratitos y me deja caer de golpe en estados de absoluta negatividad. Voy a cum

No le debo nada a nadie.

Voy aprendiendo poco a poco que nadie me debe nada… ni quiero nada de nadie. En la misma onda sé que no le debo nada a nadie, por lo que jamás he de sentirme obligado a ‘devolver’. Voy aprendiendo que yo me he creado a mí mismo como un ser singular y distante de todo lo que quiero estar distante… y lo voy averigüendo porque noto que cada aprendizaje que me llega del exterior, cada falso apoyo, cada triste dádiva… lleva consigo el interés de quien la emite [interés a priori o a posteriori, que da igual]. ¿Qué puedo deberle yo al profesor que me enseñaba con el único fin de cobrar a fin de mes su minuta?, ¿y al banquero que me da un préstamo lleno de letra pequeña y cargado de jodidos intereses?, ¿y al poeta que me emocionó sin saber el acaso de mi existencia mientras se inflaba de gozo al tener su libro recien editado en las manos? Todo es falso en su base y, por ello, no debo cargar con ese saco de deudas morales y físicas –todas de mentira– para perderme la vida en ellas. ¿Sabían mis

La amada imposible.

Me encuentro algo depreso y un puntito maniaco [maníaco]… y me apetece inventarme una ‘amada invencible’ como la de Fernando Beltrán… o, mejor, una ‘amada imposible’ que en su calidad de inexistente no pueda hacer otras cosas que las que yo decida. Veamos… me apetece algo entradita en carnes [lo justo y necesario], golosa, de hablar lento y pausado, mimosa si se tercia, pendiente de mis cuitas cuando las tenga y con la capacidad de hacerse nada cuando no la necesite. Debe tener un puntito Ava Gardner en los labios y sus ojos han de mirar como lo hacían los de Lauren Bacall. Es imprescindible que posea una sensibilidad especial en la nuca y en la parte interior de los muslos, así como que maneje la caricia suave y la voz susurrante cuando ajuste a mi estado de ánimo. No preciso que sea diestra en la monta, pues uno ya no está para grandes cabalgadas [ni para pequeñas], pero sí que sugiera hasta lo húmedo jugando en sus volúmenes. No hace falta que sepa de poesía o que atine a mantener u

Giorgio Baffo & Javier Lentini

Me pregunta un colega sobre las traducciones adaptadas que Javier Lentini hizo de los poemas de Giorgio Baffo [magníficas todas]. Pues bien, se encuentran en el número 30 [en cubierta –roja– figura ese número, pero en créditos indica que es el 29] de la desaparecida revista ‘Hora de poesía’, que con tan buena mano dirigió Javier. Este número está editado en el año 1983 y en él figuran trabajos de M” Victoria Atencia, Adrián Desiderato, Narcís Comadira y Jesús Hilario Tundidor, además de una trabajo extenso y delicioso de José Luis García Martín sobre la poesía de Antonio Beccadelli y el que nos ocupa, absolutamente brutal y magníficamente resuelto, de Javier Lentini sobre los sonetos pornográficos de Giorgio Baffo. El trabajo sobre G.B. arranca con un texto de Maurice Regnaut [traducido por Lentini] que ya salió publicado en la edición francesa de ‘Sonnets èrotiques’ que editó Action Poetique en 1983, en París. En ese estudio previo de Regnaut se situa al autor en la Venecia a caballo