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Mostrando entradas de octubre 14, 2007

Siento justo como en 'Melodía de Belfast'.

En el poema ‘Melodía de Belfast’, Joseph Brodsky alcanza con absoluta brillantez una de las ideas/imágenes más maravillosas que tengo en mi cabeza, la del deseo como circunstancia exclusiva y no compartible, la del secreto íntimo. Escribe J. B. en ese poema, refiriéndose a una muchacha que le fascina: ‘sueño con ella amada o asesinada / porque la ciudad es muy pequeña.’ … y yo, que siempre estuve [y estoy] atado a una ciudad muy pequeña, sé perfectamente a lo que se refiere y, repito, que lo alcanza de forma absolutamente brillante. Las ciudades muy pequeñas no tienen secretos porque no pueden guardarlos y solo en la cabeza de sus ciudadanos hay lugar para tal asunto: miro, me emociono, proceso y me dispongo a vivir una experiencia absolutamente íntima sin que ni siquiera lo sepa la persona con la que lo comparto… es la forma de actuar sin romper la estructura del mentidero y sin entrar en ella. Es lo que más me gusta de Brodsky, su forma de compilar en un par de versos lo que a mí me

Rarezas salesiánicas.

Creo que mi curiosidad por lo extraño [y también por la creación poética] proviene de una cosa salesiana que estaba fundamentalmente trabada por el terror que yo sentía hacia aquellos enseñantes energúmenos [no todos, por dios] que respondían con exageración torturadora al menor gesto dubitativo de los alumnos. Recuerdo que cuando volvía a casa desde el colegio [después de pasar por la postortuta de la banda de la Plaza Mayor liderada por Corrales], mi misión autoimpuesta consistía en colocar los cuadernos de deberes en orden sobre la mesa: los últimos siempre eran religión y ciencias naturales… y los primeros, por supuesto, las matemáticas de Víctor Lobo, la Lengua de Jesús de Miguel y el francés de Ciriaco de Andrés Peña. Después de arbitrar con conciencia el orden de realización de trabajos, echaba un somero vistazo a los contenidos a trabajar y estudiar… y decidía comenzar siempre por lo más dificultoso, ya que solo con pensar que me podían preguntar al día siguiente aquellos malva

Hay que buscarlo... al poema.

En los días como el de hoy, con la resaca de un trabajo intenso de ayer que se extendió hasta casi las cuatro de la madrugada [doce horas continuadas de generoso encaje de bolillos horteras], me pongo como ‘en la masmédula’ del gran Oliverio Girondo y, mientras desato imágenes y las optimizo en un tiff viable o trazo textos enormes en tipografía austriaca para lograr un pdf que aguante una filmación correcta, repentizo versos sin sentido ‘consentido’ alguno para matar el hambre y las ganas de mandarlo todo a tomar por el culo. Y mientras mis párpados quieren caer por su peso, busco ‘En la masmédula’ en mi biblioteca… pero solo encuentro un viejo ejemplar de ‘Persuasión de los días’ en el que tengo marcado en rojo un ‘Atardecer’ magnífico y Girondo total que viene al pelo a este atardecer que hoy me tiene agotado en su cuesta: Íbamos entre cardos, por la huella. La vaca me seguía. No quise detenerme, darme vuelta. La tarde, resignada, se moría. Íbamos entre cardos, por la huella. Su som

Conciencia de la singularidad.

La individualidad necesaria consiste fundamentalmente en establecer criterios personales y pensar por ti mismo bajo cualquier circunstancia [por lo menos intentarlo a diario], en tener una exacta conciencia de lo personal y educarla en la singularidad, en conocer y afirmarnos en nuestra responsabilidad ante el mundo y ante nosotros mismos, en luchar contra la idea de sometimiento a los otros y a las cosas de los otros [y así no sentirnos nunca víctimas, que es la peor de las condiciones que se pueden suponer en un ser humano]. En la individualidad uno siempre fracasa solo y el fracaso del grupo no le afecta porque nunca es su fin el propiciarlo. Tampoco triunfa uno en la individualidad, solo camina, pues el triunfo requiere de la mirada exterior y del aplauso ajeno. La premisa primera es no dejarse llevar por lo exterior jamás, mantener el camino marcado y no admirar porque otros admiran, ni odiar porque otros odian. Después hay que percatarse de que los gozos más intensos proceden de

Ahora sí hay qué robar y a quién robar.

Ahora sí hay qué robar y a quién robar. Las tropas regresan con su botín seguro y hasta están bien pagadas sus horas de trinchera aunque no sientan, como entonces, el crujir de los huesos contra las bayonetas. Sí hay a quién robar, y lo sabe la mujer que trafica en el mercado con su bolsa repleta de absurdos sucedáneos, lo sabe la polaca en su esquina y el muchacho que reordena sus cromos junto al tullido del kiosko y valora algún trueque que complete su nada en un librito quebrado de adhesivo. Hasta se roban versos en este tiempo ronco –yo ahora acabo de hacerlo y sin sonrojo– tendido a contrapelo en el que la conciencia no alcanza ni siquiera el valor de una moneda de metal o de una brizna de esa sal que completa las comidas o las hunde. Lo peor del asunto es que ante tal mercado, ingente, fabuloso, robamos, desgraciados, a los más despreciables y a los menos sensatos… y dejamos lo que es más valioso al aire de la tarde, sin atinar siquiera a plantearnos, lelos, ese robo del siglo qu

Utilizar las palabras.

Utilizo las palabras en el sentido más agrio del término ‘utilizar’, y lo hago para impulsarme hacia una estética e incluso para intentar impulsar a la Lengua [no es pedantería, dios me libre, que es normal que quien usa… impulsa el objeto usado hacia su recreación e incluso hacia un cambio que puede hacerse patente en el tiempo… y ya lo hacía Brodsky sin sonrojo alguno y hasta con auténtica satisfacción]. El problema de utilizar las palabras como combustible es que a veces se pierden las referencias reales y se llega a perder hasta el instinto de conservación solo por pronunciarlas o escribirlas en el orden y con la solución hacia fuera que te pide el cuerpo. Es en este punto donde resulta absolutamente importante haber trabajado sobre tu calidad de bufón, haber logrado que el general de la gleba te acepte como tal y te permita ser abiertamente lo que no le permitiría a un ciudadano normal en las mismas circunstancias. Es en este punto donde notas que tienes el control de tu existenci