Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de noviembre 26, 2006

Corso

Hablo con mis amigos y todos andan enfrascados en nuevas ediciones, revistas, poemas... se agrupan y se desagrupan para formar otros grupos... y me hablan de los editores como del último partido de su equipo de fútbol... que si Chus Visor me dijo, que si he hablado con Sergio Gaspar, que si Munárriz me ha prometido... ¡¡¡Mierda!!! Sé que todo es mentira, hasta la misma mentira lo es, y que son unos desgraciados mendigando papel para sus poemas, que todo es absolutamente falso, y me río por dentro porque yo estoy fuera de juego –de su juego– desde hace un par de años. ¿Valgo para algo? Pues sí, valgo para ir enterrándome con tranquilidad y sin demasiada prisa.. ¿Y la poesía?, pues varada a la espera de que suba la marea. (23:00 horas) La mujer que dibujaba corazones en su ventana no buscaba pájaros ni puentes... buscaba un cuerpo en el que quedarse a vivir sin darse cuenta. (23:04 horas) Es cansado tener que seguir en esta historia si suena en mi cabeza el «Baby, let me followyou do...»

Truman Capote

Escribió el mejor Roger Wolfe que «Tienes derecho a decir todo lo que te esté permitido decir», luego se hizo más oscuro, más deudor de su tiempo de calle, más derrotado en todo. Pero me seguía gustando. Más tarde se vino a hacer bastante parecido a mí, y ya no era un maldito, sino que se había convertido en un maldito poeta... y se hizo el triste que es hasta el día de hoy, un triste tan como yo que parece que ya no le queda oxígeno posible. Y me alegro de haberle publicado sus «Poemas desde un quinto sin ascensor», y que no merezcan reseña alguna en su bibliografía, porque fue un capricho mío con respuesta descatalogada. Quiero especialmente a este tipo, a lo que fue y a lo que es, a lo que era y a lo que ha venido a ser. Otros –casi todos– son bastante peores. Sí, tengo derecho a decir todo lo que me está permitido decir, pero además siento el irrefrenable deber de decir todo lo que no me está permitido decir. (21:44 horas) ¿Para qué tener problemas que te compliquen la vida cuando

Allen Ginsberg

Día de absurdas marcas superadas: entre Ríchar y yo nos hemos cepillado el mateado de doce enormes lunas de templado cristal con un vinilo de puta madre. El saldo, un dolor de riñones espectacular y una sensación hermosísima de obrero radical y pirindolo. (22:28 horas) «He visto a los mejores cerebros de mi generación...»... caer como aves con las alas rotas entre los juncos, ébrios por el dinero y locos por un ascenso en su miserable trabajo o destruidos por una mujer o por un hombre... Ah!, Ginsberg, las nuevas jodidas drogas los hacen aparecer humillados, vencidos hasta en su máscara, líquidos por dentro... y no los he visto aún morir y ya están muertos... Sería mejor verlos destruirse en alcohol y anfetaminas que encontrarlos así, esclavos de una producción que no pertenece a su mundo. Ellos también «atravesaron las universidades con radiantes ojos tranquilos», «se acurrucaban en ropa interior en habitaciones sin afeitar» o «hablaban sin interrupción durante setenta horas»... pero

Marco Terencio Varrón

Es la hostia. Durante la cena, con referencia a un colegio en el que han decidido no hacer el festival de Navidad con los críos, he escuchado decir al portavoz de la Conferencia Episcopal –poniendo una carita de imbécil que no sé describir bien– la frase: «¿Negar la Navidad...? [sonrisa estúpida]». ¿Qué pasa, que no se puede negar la Navidad?... Desde luego que no en el sentido más comercial y capitalista del asunto... quizás tampoco desde el absurdo de la jodida tradición... y aún tampoco en lo referente al marqueting del cristianismo milongo... pero sí que se puede negar desde la óptica profesional de unos profes que cobran por enseñar materias y conductas sociales y no por hacerle el caldo gordo a la más retrógrada y sangrante de las sectas conocidas... se puede negar por convicción agnóstica, por asco, por tristeza, por las jodidas diferencias que fomenta y produce, por la mierda que la sostiene y por la auténtica falsedad de su base –habrá que leerse las covenciones de los diverso

Monique Ilboudo

Me gusta que las musas sean dispersas y tengan vida propia, que sufran y que gocen, que adopten sin quererlo una pose entre humana y vegetal –pues disfruto al regarlas con frecuencia o sacarlas al oreo de la madrugada–. No han de haber hecho nada especial para ser musas, pero deben sentirse como tales cuando lanzo mis dardos, es decir, conocer su hermosa calidad de musas y saber con certeza que son objeto poetizable y creativo. Para ellas guardo mis mejores metáforas, los arrebatos líricos, los deseos más últimos y un claro sentimiento de que sean felices. Si en mi mano hay materia con la que construirles una casa en la playa o un castillo de arena, pueden estar seguras de parcela y entorno... sus problemas son míos, su tristeza me amarga, su dolor causa heridas profundas en mi cuerpo y su risa contagia una risa extranjera en mi boca de plástico. Las quiero como son, nunca como quisieran ser, y voy creando un mundo donde vivir con ellas. Aunque soy polígamo de soledad, en mi serrallo p

Tariq Ali

Hay un rastro de cosas por hacer que me perturba: Lo hijos, un espacio donde arder y dispararse a la sien sin saber acertar un solo tiro. El trabajo, endiablada virtud de hombres que odio a rabiar y fuente absurda de desesperación y tiempo perdido. La poesía, ese cuchillo tan mellado últimamente. El amor, con sus breves traiciones y sus tontos regresos... Ayer asistí como sin querer a la inauguración de un local en el que pululaba el «gran Béjar» con sonrisa de plástico... arquitectos, contables, secretarias, bancarios, ingenieros, políticos, vendedores de vinos... Un mosaico perfecto para un pequeño film del mejor Jacques Tati: los personajes justos para ser decorado, el decorado exacto para ser personaje, la luz de lunch, el azar rebuscado de miradas jugando a no encontrarse. Saludé con mi mano derecha al alcalde en su visita al excusado, jugué a no dejar paso a una chica de moda, bebí como los ricos en orinal de vidrio un vino de ancha añada, probé delicias breves poniendo caras rar

Nasir al-Din Nasir Hunzai

Ya va siendo necesaria una revolución en condiciones, una de aquellas con Bastilla o con Potemkin, una revolución de carritos de bebé rodando por escaleras, de sangre encharcándose y mezclando la miseria de los nuevos ricos con el triunfo de los viejos pobres –los ricos de siempre ya se ocuparán de irse a sus castillos de invierno a verlas pasar–. ¡¡¡Una revolución, coño!!!, sí, una que se cepille de un plumazo a los especuladores, una que no permita la presunción si hay pelas y la condena si no las hay, una que deje en camiseta de tirantes al gilipollas de corbata y traje de fina alpaca, en camiseta de tirantes y en calzoncillos blancos, una que se carge de un plumazo la cocina de diseño y las mingadas currucucú de todos los minimalistas mundiales... una jodida revolución con su estética de aquí se acabron los coches distintos y los ojos pagados para mirar y los oídos tapados para todo... una revolución sin colonia y sin jabón, sin cremas y sin aloe vera... una de agua clara y fría, u

Sharat Chandra Chattopadhyay

¡¡¡Joder!!!... Trasegar con este minidiluvio y esta puñetera ventolera cien paquetes, como un repartidor o un digno butanero de los de «no hay polvo»... y luego aguantar la mediocridad iridiscente de los ampulosos nuevos ricos con sus violaciones pueblerinas a mis diseños gráficos... y luego mudar la color con el recadito plus encima del teclado... y después sentirme individuo... individuo de mierda.