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Mostrando entradas de octubre 1, 2006

Frans Eemil Sillanpää

Llevar la codicia a misa es muy común entre los adinerados, pues en su temor a perder también quieren tener a Dios en sus cuentas de resultados... ya sabes, uno de esos «paraelporsi» que siempre vienen bien en casos de enfermedad y premuerte. Sí, los ricos también lloran, también enferman y también mueren... Eso sí, de otra forma, eh... porque lo saben hacer sojuzgando, oprimiendo, vejando y dejando herencia. No sé a qué viene esta mañana tal inquina contra los ricos, cuando lo que yo quería era analizar y contraponer los conceptos «codicia» y «ambición»... Y, pensando un rato, me parecen sólo palabras, lo que me lleva de nuevo a pensar que la corrupción está en el idioma y que resulta harto difícil sobreponerse a ese imponderable. Visto el perro y vista la rabia, lo que debo hacer es conocer el alcance de cada una de las palabras que pronuncio y jugar con ellas y en ellas para transfigurarme en maldito, en dios menor, en imbécil, en hombre respetable, en rufián... en rico incluso. Man

Pentti Saarikoski

[Comienza la temporada de achaques con un ataque ciático en toda regla. Sólo puedo sostenerme doblado o totalmente estirado, y cambiar de posición requiere un enorme gasto de energía. Mi solución es permanecer sentado delante de mi computadora hasta que la urgencia me lleve al cambio de posición. Lo cierto es que este tipo de malestar lo llevo con bastante buen rollo, pues me deja libre la cabeza y me sostiene en una de las posiciones que más me agradan: la de sentado.] Existen dos formas de plantearse la vida: buscando hasta el límite e intentando llegar a los seres y a las cosas aunque nos parezcan inaccesibles, o dejando que todo lo que suceda pase azarosamente por nosotros o no lo haga. En ambos planteamientos –por búsqueda o por azar– podemos llegar a una vida colmada, pero en el primero pende sobre nuestras cabezas el fracaso, mientras que en el segundo planteamiento a lo peor que se puede llegar es a tener una vida anodina. Decidir que se quieren correr riesgos es el punto de in

Ilkka Remes

[No hubo suerte para el colega Urceloy, y bien que lo siento. Los «Nacionales», amigo, siempre requirieron contar con cierto destino en lo universal, y nosotros no lo tenemos. Otra vez será –o no será–... pero, ¿qué importa?] Las argucias del arte trabajado en soledad son un mundo especial y delicioso. En él reinas sobre todas las cosas, reinventando las leyes de la física y dándole la vuelta al jersey del mundo. Todo es arbitrariedad y pueden ubicarse en la misma proposición el revés y su contrario sin herirse, copulando con un desinterés que, en resumen, resulta lo más interesante. No hay objeto ni sujeto, pero todo es susceptible de objetivarse y subjetivarse; el orden se descompone y no busca otro orden, porque no hay lógica posible. El artista es el amante y el objeto de su amor, pero también el enemigo mayor y el más pequeño... La dificultad llega cuando intentas «narrar» lo que sucede, pero eso no es importante, porque el arte estuvo en tu cabeza y no tiene necesidad alguna de l

Henrik Gabriel Porthan

Día de libros. Anoto y agradezco envío de José María Cumbreño Espada –gozo sus poemas siempre, porque son asesados y rematan– de «Cuatro poetas en un tobogán», editado por la Asociación Cultural Littera; «La devastación. La imaginación de la bestia», de Félix Hangelini, editado y enviado por la Fundación Jorge Guillén (gracias, colega Antonio Piedra); y dos joyas que tenía pedidas y que me han llegado hoy: «Elogio de la poligamia» de Charles Fourier y «Utopía. El Estado perfecto», de Tomás Moro. Ya tengo lectura para unos días y, quién sabe, quizás hasta preguntas sin respuesta. (22:05 horas) Sentir pasión por alguien o por algo es deliciosamente doloroso. Siempre el final muestra un intenso dolor que ya se presentía en el camino... pero apasionarse es magnífico, y más cuando el objeto de tu pasión no sabe de ella y, por tanto, no puede humillarte con un gesto o con la desposesión. Que algo no te sea indiferente es vivir en ello. [Cómo me contradigo de un día para otro, pero tengo vita

Arto Paasilinna

A veces pienso en una catarsis personal y definitiva, acabar de una vez con todo y con todos... pero siempre termino viendo que la tragedia de los demás es mucho mayor que la mía. No, la autodestrucción no me sirve porque no me satisface, y, además, aún soporto mi soledad con alegría, es más, gozo en ella y crezco a su sombra. Sí, también soy muy consciente del peligro que acecha tras estos pensamientos, y no consiste en asuntos morales ni en temores, pues morir ahora me parece poco práctico. Ya que no hay salida posible, vamos a ver qué pasa... sólo por curiosidad.

Simo Puupponen

Cuando has odiado a alguien hasta desear su desaparición y, de pronto, lo tienes a tu merced, lo mejor es detenerte a pensar en tu potencia y llevarla despacio por el camino de la indiferencia, de tal forma que no merezca la pena el esfuerzo de levantar tu mano. La indiferencia es el mejor caparazón para aguantar al tiempo, y si la sumas con un pasar inadvertido, es ya el no va más de los novamases. Mimetizarse con todo es también una buena forma de vivir, siempre que en el interior de tu mimetismo sepas medir dónde estás y hasta dónde puedes llegar. Entonces el peligro serás tú... y ellos no lo sabrán.

Kimmo Lehtonen

Algo descolocado, con flojera de espalda y bastante menos lúcido de lo normal, anoto el día como una resta más, ubicándome en el medio para buscar equilibrio o cobijo. Hoy no estoy a la altura de los hombres y de las cosas. Y de esta resaca me llega el otoño adentro, como siempre, con su asunto xantófila, sus grises destramados y menos voluntad de ánimo que en otras estaciones. Ayer fue un día de gozo por ver a mis amigos felices y abrazados, y hoy retornan las dudas y me pillan sin fuerza. ¿De qué sirve que nombren junto a tus actos el valor si no lo tienes? ¿Para qué hacer tonsura en lo que siempre fueron balbuceos e inseguridades? El mundo sigue su curso y le sobra mi mirada o no la quiere... En fin, que el mar vuelve al mar y las rosas ya marchitas mantienen sus espinas como fieras. No hay esperanza ni seres para ella. (12:55 horas) Si nos sacan del entorno social cercano, siempre somos más amables, y quizás hasta puedo afirmar que así es como somos, mucho más amables de lo que se