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Mostrando entradas de septiembre 10, 2006

Sima Qian

Mientras se nos viene adivinando otra guerra santa con desafortunados cruzados benedictos e integristas islámicos –prefiero a Los Morancos, y mira que son los tíos de lo más desagradable–, los sociatas gabachos han pillado a una periquita de buen ver que probablemente se lleve el gato al agua ante los guapetones intelectuales de derechas y los neofascistas lepenes (estos sociatas sí que saben)... Lo mismo para el año que viene se da la piña un Airbus contra la basílica de San Pedro y tenemos que revisar al periquito Nostradamus con atención y darle la razón a los visionarios proufo y a los codigodavinceros... y me jodería. El caso es que la milonga mundial está cada vez más chunga –y peor que se va a poner– y en los gobiernos galácticos –inclúyanse los de carácter religioso– ha caído una caterva de disminuidos integrales de agárrate... Y mientras, olvidándonos del clima y sus catarros –que ya verás–. Va a ser mejor empezar a excavar en el suelo de mi cueva y profundizar bien para hacer

Chow Ching Lie

Hay un planteamiento lógico de la existencia humana que siempre me ha interesado, el de dejarse llevar por lo inexorable. Me ha interesado y creo en él a pies juntillas: un hombre no puede decidir su futuro si no es dentro de la inexorabilidad de las cosas que lo rodean. Es, pues, el mejor método a seguir el de la adaptación constante a esa lógina que está por encima de las decisiones y nadar a favor de corriente intentando aprovechar las distintas oportunidades que se presenten. Y, sí, también ser hedonista, buscar el placer por el placer ante la lógica de triste trazado y seguro final. Convencer de esto al común de los mortales no es difícil –siempre que no crean en un Dios salvador–, pues el planteamiento raya los límites de la razón más primaria, pero de ahí a que lo practiquen, es ya otra cosa... pero para qué entrar en el terreno de las utopías.

Xin Qiji

Vengo de un organismo semipúblico y me he quedado anonadado de ver trabajando en él a un tipo que no me cuadra –carne de pesebre, a pesar de que el periquito en cuestión siempre ha criticado esta circunstancia a voces allá por donde pisase–. No pasaría nada si fuera otra persona, pero siendo tan «Vox» y tan quien es, me da que se le van a estar revolviendo la tripas hasta el último retorcimiento por tener que tragarse esa piedra de molino... A estas alturas haciendo valer militancia de bar, Dios santo... Lo que fuimos y en lo que terminamos. Y después, nada, entre sonrisa cabrona y cigarro matón me dedico a darle caña a mi curro, que se me anda acumulando en los últimos días, mientras aguanto el temporal de pagos y el aluvión de incorrecciones que me abrasa. Coño, y al cambio de horarios, que ya mi casa funciona de normal y la bolinga de verano ha tocado a su fin con esa cosa de comer antes, mover a los críos y tal. (20:14 horas) A media tarde recibí llamada de Esther, que andaba con L

Ban Gu

Vuelta al curro normal, al de todos los días, con visita inesperada de Vanesa, la delegada argentina ( de Argentina y de «argentum») de Paquito Ortega para asuntos de trabajo. Nos tomamos una caña en Cubino y charlamos por encima de proyectos y otros estados de la materia. La vi guapísima, delicada y flou. Un cielo de niña. Marchó a intentar cobrarle a Luisfran la factura fiestera de sus representados y quedamos en vernos por la capital del reino con mediación de poesía y cañas. No lo olvido, Vanesa.

Lin Shu

Debiera existir un tiempo natural para la muerte o quizás debiéramos buscarlo cuando aún el cuerpo y la mente aseguran autogestión. A pesar de la dureza que encierra, el mandato natural actúa siempre con una lógica aplastante que está muy por encima de los pensamientos filosóficos y de los avances científicos. El hombre acaba y es un grave error mantenerlo por milongas artificiales en una calidad de detritus latente que distorsiona. Y digo esto con la consciencia de que en un corto plazo de tiempo me ha de llegar la hora de la decisión, el final del ciclo natural. Quizás mi planteamiento sea egoísta, pero no quiero que mis hijos tengan en mí una rémora que les impida colmar sus vidas con la libertad o las cadenas que ellos mismos decidan ponerse o quitarse. Como padre, tengo una responsabilidad irrenunciable sobre mis hijos, debo encauzar su camino humanístico mientras su biología termine de tomar las riendas de su libertad. Como hijo, sólo tengo una impronta moral que me obliga, y est