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Mostrando entradas de 2006

Ya soy yo, pero aún no me he enterado.

Conseguí salir de la vorágine a eso de las cuatro y media de la madrugada (habíamos librado cena de empresa en el campo de batalla más Cubino y la cosa se demoró hasta media hora después de que unos sicarietes con capucha ahorcaran a Sadam y a algunos de sus familiares y se olvidaran de poner a orear también a Bush y sus triperos). Me aburrí, claro, como siempre que salgo, y además comí más de la cuenta y bebí bastante más de lo que me permite mi lucidez. De la noche piporra me quedaron los flashes de ese observador peliagudo en el que me he convertido con la jodida edad. Veamos: • Loco cojo, al que ya daba por muerto, aireando su libertad invigilada entre un «dame un cigarro» y un «hijoputa que eres un hijoputa y te voy a rajar». • Pijos viejos P. de T. a gran reserva la tirada, mamaos como perrillos gordos de mirada maricona y con sus hembras reproductoras hablando fino y devorando perrunillas gartis como con hambruna (me gustaría verlas follar por un agujerito... deben dar suelta a

Dios resta al hombre... y lo divide

La cena de Nochebuena fue triste porque la casa de Magdalena y Ángel es ya triste desde la luz cenital como agotada hasta el color de las paredes y la pátina repasada de los cuadros. Cenaron con nosotros Youssouph y Malick y entre el caldo con queso y las gambas al ajillo pusimos a Dios como un trapo en el fondo sur de esa angustiosa sala-comedor, y entre los champiñones al ajo y la macedonia de cabreo turriónico nos toreamos al Sacyl y a su puta madre, y con los mazapanes y las guindas al marrasquino pusimos despedida y cierre a una nada que ya lo era aún antes de empezar a asomar. Por un momento pensé en levantar la liebre de los truenos, pero acabé sintiendo conmiseración por los invitados y guardé un silencio lleno de palabras sin sentido. La Nochebuena es para los cristianos viejos y para los críos ilusos, y yo ya voy mayor y he hecho voto de castigo contra los poderes de Dios en la Tierra y aledaños, así como contra esa corrida de acólitos con los ojos mirando constantemente al c

Yo, en vez de sentidos tengo direcciones.

La parada técnica de la red de redes le ha traído también silencio a este diario, aunque a mí no me ha traído descanso –ya se sabe, Navidad es un tiempo de consumistas y en las empresas hay que trabajar más–. Le he dado fin a la edición personal de cinco ejemplares de este diario –desde 2002 hasta nuestros días– y me ha dado tiempo a leer algunas cosillas que tenía pendientes. Cabe destarcar de este tiempo de silencio que la administración autonómica y su azar sanitario están como una puta cabra, y lo digo en base a que Malick ha recibido hace un par de semanas una notificación del Sacyl por vía de urgencia en la que se le reclaman cinco millones ochocientasmil pesetas [5.800.000 pts.] por la atención hospitalaria que se le prestó para curarle de su enfermedad (hay que explicar que Malick llegó a Béjar por un programa de dispersión de inmigrantes sin papeles arbitrado por el gobierno español, y que dentro del protocolo de dicho programa se incluía la realización de un reconocimiento m

No me funciona internet, coño

Entrada telegráfica para aprovechar que internet se abre por fin en estos últimos días y para dejar anotadas algunas cosillas que no quisiera olvidar. Recibo libro del colega Juan López–Carrillo –«Los muertos no van al cine»– justo cuando conozco la noticia de que Ramón García Mateos se ha alzado con el premio de poesía Ciudad de Salamanca, lo que me sirve de enorme satisfacción y viene a indicarme que la nave va –enhorabuena, hermano. Asamblea general de Premysa con cambio en la dirección –mis mejores deseos para la salud y el futuro del amigo Cipriano y para el camino que le queda a Manolo Bruno– (Ya realizaré con más calma mi resumen asambleario). Catarro de familia y mil gilipolleces que solventar por un no sé qué de que lo tonto es importante. Llamada chula de José Luis Morante. Poemario en capilla, esta vez en Cuenca, en la casa editorial del genial Segundo Santos. Mil mensajes por responder y unos cuantos por leer. Mi correo anda lleno de anuncios de Viagra.... ¡¡¡Voto a bríos!

John Keats

Llamada de Morante con promesa de visita en las fechas navideñas –¡¡¡Albricias!!!– y con el comentario de que Miguel d’Ors anda molesto conmigo porque no ha salido su libro «Virutas de taller», que era una edición de la colección «4 Estaciones» dirigida por Lara Cantizani y perteneciente al ayuntamiento de Lucena. Por dejar aclarado el asunto, apunto en estas páginas mi visión de la jugada: 1. Se me encarga como impresor –por llamada directa de Lara– la edición de ese libro hace aproximadamente un año y medio, circunstancia que le comunico a Antonio Garrido con el fin de que atienda a la maquetación hasta arte final del mismo –yo apenas estoy en el asunto, pues mis labores en la imprenta son otras. 2. El libro se maqueta a partir de un original enviado directamente por Miguel d’Ors a Lara en un documento word que no resulta compatible con el sistema operativo de Mac, que es el que utilizamos en la imprenta, perdiéndose en el tratamiento tipográfico realizado por el autor todas las curs

Federico Garcia Lorca

Otro año más. Ya. Pasó. Nos invitaron a comer mis padres en su casa y fuimos los cinco con hambre y ganas de estar juntos. Paella de mamá –que es una pasada–, Chuletillas de cordero, salmón, flanes caseros y tarta de chocolate blanco. Me encantó la reunión y que me llamara mi hermana durante la comida. Mientras se retiraban los platos de la mesa me preguntó mi padre delante de mi madre: «¿Hijo, cómo la ves?». Yo le contesté que guapa de morirse. Y mi padre: «Es que yo se lo digo y se ríe de mí, no me deja decirle esas cosas y se anda quejando todo el día de que está mayor... que se compare con esas amigas que tiene, que se compare...». Y mi madre: «Calla ya, que estás tonto. Si no hay más que verme...». Me encanta verlos así, discutiendo entre sonrisas por amor. Y es que papá las ha pasado putas con la enfermedad de mamá. Emocionalmente lo ha llevado mucho peor él que ella, pues se ha visto solo en situaciones realmente jodidas, y su carácter y su sensibilidad sufren enormemente con es

Blanca Varela

Después de no saber nada de Belén durante un montón de tiempo, hoy me llega un paquetito suyo con un precioso regalo de cumple, un disco de Malicorn, «Marie», que me sabe a gloria bendita. Es estupendo que los amigos estén siempre, aunque sea en silencio, y Belén es una amiga a la que no querría perder nunca. Gracias por ser y por estar siempre. Un beso. (22:42 horas) También es imposible ser libre en los mundos imaginarios, en los caminos pararlelos y en la suposición de la vida de los demás. Y es jodido darse cuenta de ello, sobre todo cuando has apostado toda la fortuna a esa baza. Yo aviso a los caminantes para que no se lleven desilusiones: Colegas, nunca podréis ser libres, en nada. Ajo y agua. También hoy me han llegado noticias por terceros de Luis Alberto de Cuenca y de Alicia Mariño. Me cuentan que están fabulosos y que siguen en su tono. Yo me alegro mucho a la vez que cierro los ojos fuerte, fuerte para que se convoquen los astros y propicien un temprano y gozoso encuentro,

Carmen Martín Gaite

Llegó el jodido frío atacándome fuerte a los bajos. Otra vez la cistitis crónica vuelve a traerme una incomodidad de la que ya me había olvidado. Mi hija se ha ido a pasar el puente en Salamanca con las amigos y confieso que me cuesta un poco procesar esta circunstancia –cosas de ser padre–. Sé a lo que va y confío en ella, pero me queda un no sé qué protector que me hace permanecer constantemente alerta y pendiente de sus llamadas. Imagino que esto se irá diluyendo con el tiempo, como todo. En el fondo no quiero que se vaya nunca de casa. Para pasar mejor el agobio, me he puesto a maquetar este diario con el fin de sacar unas copias de todo el material que conservo. Me falta la segunda etapa, que la perdí en un estallido del sistema informático, y la primera, que está publicada en «Béjar Información» y habría que hacer el trabajo de picarla –para tal empresa ando ahora sin ganas–. Me apetece imprimir un ejemplar para cada uno de mis hijos y encuadernarlos con el fin de que si un día q

Maite Iglesias

Recibo emocionado mi primer regalo de cumpleaños. Mi coleguilla Maite, la divina chelista intranquila que ya me descubrió a la Du Pré, que me arregló una semana con el «Swinging Bach» o con las hermosas sorpresas Maitana, me ha hecho llegar un tesoro de los de verdad junto a una antigua edición Grijalbo de «La isla de las tres sirenas», de Irving Wallace –prometo leerlo con mis gafas viejas–. El tesoro es hermoso de abrir... [me falta la música de fondo en este punto, que debe ser algún tramo Yann Tiersen... por ejemplo «Si tu n’etais pas là»]... una caja de lata con un pañuelo de gasa rojo perfumado, cuentas y conchas, anillos, iconos, recortes, postales, planos, papel de fumar, monedas, chismes... que en conjunto conforman algo mágico, delicado y delicioso. Abrir la caja me ha llevado a un mundo especial y paralelo del que no quisiera salir nunca... ¡¡¡Qué bonito, Maite!!! Pongo a cero mi marcador y entro en deuda. (21:15 horas) Mi Barça va ganando por dos goles a cero al Werder Brem

George Orwell

Recuerdo hoy el fabuloso discurso sobre la desigualdad de Rousseau, y lo recuerdo porque cada día se me hace más presente, consciente y ominosa esa sinrazón si la pongo en valor junto a mi propia vida y experiencia. Hablaba el hijo del relojero –era suizo el periquito– de dos tipos de desigualdades, la natural y la moral. A la primera, la natural, la dotaba de cierto carácter de inexorabilidad, pues viene dada por ese azar inexcrutable de la genética, conformándose así desigualdades de edad, de sexo, de capacidad reflexiva, de fuerza corporal... y a la segunda, la desigualdad moral, la llenaba de otro azar más humano, el de la convención entre los hombres... así se pueden valorar desigualdades entre ricos y pobres, poderosos y vasallos, amos y esclavos, jefes y obreros... Y esa/esta desigualdad moral pronunciada por Pousseau es la que me interesa vivamente, en sí misma, en su conformación y en sus consecuencias. Quizás el hijo del relojero alumbraba con esto un bravo sentimiento social

Lawrence Ferlinghetti

Se acerca mi cumpleaños y ya ando enredado en ese sentimiento repetido del mal de edad. Visualizo las nuevas cifras y me acojono. Me miro al espejo y me acojono aún más. El disfraz no sirve, pues aparecen los cuarenta y nueve tacos encendiendo unas canas que quieren esconderse entre una melena que se me hace ridícula para mi edad, la barba se nieva más que la jodida Sierra de Béjar –o de Candelario, que es la misma– y el descenso se señala en las cicatrices que marcan toda la piel y que ya no desaparecerán sino con la putrefacción. ¿He sabido crecer?... No lo sé, aunque para mi bien he mantenido siempre un espacio aparte en el que desenvolverme fuera de los rigores del cuerpo. En lo físico, este año lo he saldado con una pérdida ostensible de peso que no sé a qué se debe, pues no he puesto nada de mi parte en tal circunstancia; no he visitado ni una vez a mi médico de la Seguridad Social, he pasado una gripe severa, dos o tres catarros, varios ataques de cistitis y una lumbalgia cabron

Corso

Hablo con mis amigos y todos andan enfrascados en nuevas ediciones, revistas, poemas... se agrupan y se desagrupan para formar otros grupos... y me hablan de los editores como del último partido de su equipo de fútbol... que si Chus Visor me dijo, que si he hablado con Sergio Gaspar, que si Munárriz me ha prometido... ¡¡¡Mierda!!! Sé que todo es mentira, hasta la misma mentira lo es, y que son unos desgraciados mendigando papel para sus poemas, que todo es absolutamente falso, y me río por dentro porque yo estoy fuera de juego –de su juego– desde hace un par de años. ¿Valgo para algo? Pues sí, valgo para ir enterrándome con tranquilidad y sin demasiada prisa.. ¿Y la poesía?, pues varada a la espera de que suba la marea. (23:00 horas) La mujer que dibujaba corazones en su ventana no buscaba pájaros ni puentes... buscaba un cuerpo en el que quedarse a vivir sin darse cuenta. (23:04 horas) Es cansado tener que seguir en esta historia si suena en mi cabeza el «Baby, let me followyou do...»

Truman Capote

Escribió el mejor Roger Wolfe que «Tienes derecho a decir todo lo que te esté permitido decir», luego se hizo más oscuro, más deudor de su tiempo de calle, más derrotado en todo. Pero me seguía gustando. Más tarde se vino a hacer bastante parecido a mí, y ya no era un maldito, sino que se había convertido en un maldito poeta... y se hizo el triste que es hasta el día de hoy, un triste tan como yo que parece que ya no le queda oxígeno posible. Y me alegro de haberle publicado sus «Poemas desde un quinto sin ascensor», y que no merezcan reseña alguna en su bibliografía, porque fue un capricho mío con respuesta descatalogada. Quiero especialmente a este tipo, a lo que fue y a lo que es, a lo que era y a lo que ha venido a ser. Otros –casi todos– son bastante peores. Sí, tengo derecho a decir todo lo que me está permitido decir, pero además siento el irrefrenable deber de decir todo lo que no me está permitido decir. (21:44 horas) ¿Para qué tener problemas que te compliquen la vida cuando

Allen Ginsberg

Día de absurdas marcas superadas: entre Ríchar y yo nos hemos cepillado el mateado de doce enormes lunas de templado cristal con un vinilo de puta madre. El saldo, un dolor de riñones espectacular y una sensación hermosísima de obrero radical y pirindolo. (22:28 horas) «He visto a los mejores cerebros de mi generación...»... caer como aves con las alas rotas entre los juncos, ébrios por el dinero y locos por un ascenso en su miserable trabajo o destruidos por una mujer o por un hombre... Ah!, Ginsberg, las nuevas jodidas drogas los hacen aparecer humillados, vencidos hasta en su máscara, líquidos por dentro... y no los he visto aún morir y ya están muertos... Sería mejor verlos destruirse en alcohol y anfetaminas que encontrarlos así, esclavos de una producción que no pertenece a su mundo. Ellos también «atravesaron las universidades con radiantes ojos tranquilos», «se acurrucaban en ropa interior en habitaciones sin afeitar» o «hablaban sin interrupción durante setenta horas»... pero

Marco Terencio Varrón

Es la hostia. Durante la cena, con referencia a un colegio en el que han decidido no hacer el festival de Navidad con los críos, he escuchado decir al portavoz de la Conferencia Episcopal –poniendo una carita de imbécil que no sé describir bien– la frase: «¿Negar la Navidad...? [sonrisa estúpida]». ¿Qué pasa, que no se puede negar la Navidad?... Desde luego que no en el sentido más comercial y capitalista del asunto... quizás tampoco desde el absurdo de la jodida tradición... y aún tampoco en lo referente al marqueting del cristianismo milongo... pero sí que se puede negar desde la óptica profesional de unos profes que cobran por enseñar materias y conductas sociales y no por hacerle el caldo gordo a la más retrógrada y sangrante de las sectas conocidas... se puede negar por convicción agnóstica, por asco, por tristeza, por las jodidas diferencias que fomenta y produce, por la mierda que la sostiene y por la auténtica falsedad de su base –habrá que leerse las covenciones de los diverso

Monique Ilboudo

Me gusta que las musas sean dispersas y tengan vida propia, que sufran y que gocen, que adopten sin quererlo una pose entre humana y vegetal –pues disfruto al regarlas con frecuencia o sacarlas al oreo de la madrugada–. No han de haber hecho nada especial para ser musas, pero deben sentirse como tales cuando lanzo mis dardos, es decir, conocer su hermosa calidad de musas y saber con certeza que son objeto poetizable y creativo. Para ellas guardo mis mejores metáforas, los arrebatos líricos, los deseos más últimos y un claro sentimiento de que sean felices. Si en mi mano hay materia con la que construirles una casa en la playa o un castillo de arena, pueden estar seguras de parcela y entorno... sus problemas son míos, su tristeza me amarga, su dolor causa heridas profundas en mi cuerpo y su risa contagia una risa extranjera en mi boca de plástico. Las quiero como son, nunca como quisieran ser, y voy creando un mundo donde vivir con ellas. Aunque soy polígamo de soledad, en mi serrallo p

Tariq Ali

Hay un rastro de cosas por hacer que me perturba: Lo hijos, un espacio donde arder y dispararse a la sien sin saber acertar un solo tiro. El trabajo, endiablada virtud de hombres que odio a rabiar y fuente absurda de desesperación y tiempo perdido. La poesía, ese cuchillo tan mellado últimamente. El amor, con sus breves traiciones y sus tontos regresos... Ayer asistí como sin querer a la inauguración de un local en el que pululaba el «gran Béjar» con sonrisa de plástico... arquitectos, contables, secretarias, bancarios, ingenieros, políticos, vendedores de vinos... Un mosaico perfecto para un pequeño film del mejor Jacques Tati: los personajes justos para ser decorado, el decorado exacto para ser personaje, la luz de lunch, el azar rebuscado de miradas jugando a no encontrarse. Saludé con mi mano derecha al alcalde en su visita al excusado, jugué a no dejar paso a una chica de moda, bebí como los ricos en orinal de vidrio un vino de ancha añada, probé delicias breves poniendo caras rar

Nasir al-Din Nasir Hunzai

Ya va siendo necesaria una revolución en condiciones, una de aquellas con Bastilla o con Potemkin, una revolución de carritos de bebé rodando por escaleras, de sangre encharcándose y mezclando la miseria de los nuevos ricos con el triunfo de los viejos pobres –los ricos de siempre ya se ocuparán de irse a sus castillos de invierno a verlas pasar–. ¡¡¡Una revolución, coño!!!, sí, una que se cepille de un plumazo a los especuladores, una que no permita la presunción si hay pelas y la condena si no las hay, una que deje en camiseta de tirantes al gilipollas de corbata y traje de fina alpaca, en camiseta de tirantes y en calzoncillos blancos, una que se carge de un plumazo la cocina de diseño y las mingadas currucucú de todos los minimalistas mundiales... una jodida revolución con su estética de aquí se acabron los coches distintos y los ojos pagados para mirar y los oídos tapados para todo... una revolución sin colonia y sin jabón, sin cremas y sin aloe vera... una de agua clara y fría, u

Sharat Chandra Chattopadhyay

¡¡¡Joder!!!... Trasegar con este minidiluvio y esta puñetera ventolera cien paquetes, como un repartidor o un digno butanero de los de «no hay polvo»... y luego aguantar la mediocridad iridiscente de los ampulosos nuevos ricos con sus violaciones pueblerinas a mis diseños gráficos... y luego mudar la color con el recadito plus encima del teclado... y después sentirme individuo... individuo de mierda.

Jaime Gil de Biedma

(imagen del colega Victorino G.... gracias, hermano). Calidez y buen rollito es lo que he encontrado en mis dos actividades salmantinas, la presentación del libro de Mamen Somar y la conferencia entre comillas para el equipo de investigación de la Universidad de Salamanca que coordinan Germán Labrador y Fabio R. de la Flor... Buen rollo de verdad y un ratito delicioso con Abraham Gragera –mi niño maestro–, con el impecable Raúl Vacas, con el espíritu más perdulario y hermoso de Fernando R. de la Flor, con Victorino –la imagen viva del entusiasmo y la rabia–, con Jesús Portal y sus gloriosos espacios vacíos, con Amelia Gamoneda y consorte –unos cielos–, con Germán y Fabio –potentes siempre en la expersión y delicadísimos en las formas–... y tantos otros colegas que me hacen importante por su mirada y su afecto... Os quiero a todos, coño... os quiero.

Ángel Crespo

Hoy hace la hostia de años que la vida le dio finiquito al General, y, por fin, me olvidé de salir de casa con mi pajarita roja en el cuello –como he venido haciendo cada año desde que finó el asesino–. Sí que he tenido un recuerdo para mi abuelo Felipe, para sus tres rosas de sangre en el pecho, para la terrible soledad que dejó en casa, para mi abuela Antonia y para mi madre. Todo pasa, hasta las pajaritas de alegre luto. Y me da la sensación de que me voy reconciliando un poquito con el pasado en la medida en que entro en conflicto con el presente. Olvidé mi pajarita, abuelo, pero nunca se irá de mi cabeza tu recuerdo inventado hecho de un par de antiguas fotografías, tu chaleco de asesinado –que guarda mi madre como un tesoro en su armario– y todas las historias sobre ti que me contaron abuela y mamá. Soy para intentar serte, abuelo.

Javier Lostalé

Todo el día encerrado con la escritura, con la tinta china, con los pinceles y con la música... ¡Hay esperanza! Empecé a escribir a primera hora de la mañana y el chorro duró justo hasta la hora de comer... y era tan fácil... que he rematado cuatro poemas que andaban en el dique seco pidiendo árnica. Por la tarde, después de un cafetín con charleta, me agarré a la tinta china y he andado engolfado en un dibujo unas cuantas horas, ilusionado como hacía meses con una imagen deliciosa, hasta que llegó Richar de Zamora con mi nueva guitarra y, hala, a darle a las cuerdas y a buscar los sonidos que ya tenía medio olvidados... hasta me marqué un «Fuego en el agua» molón y castizo, eso después de recuperar el ritmo de «Sublime ilusión» y de apuntar un poquito las canciones que andaba currándome en el verano de un par de poemas que escribí para ser cantados. El aparato es extraordinario, ayuda y tapa defectos. Acabo de dejarla hace unos minutos apoyada en la pared después de intentar –gozando

Raúl Vacas

El otoño está siendo insultantemente bello este año en Béjar. Los tonos de la xantófila se mezclan con el verde oscuro y con los ocres de los árboles sin hojas y el conjunto me produce sensaciones que sólo sé sentir en este tiempo y bajo esta gama cromática... y si le sumamos la humedad, ya es todo pura lujuria. Tal circunstancia me pide escritura, pero soy una mierda y no me llega ni una palabra. Sólo sobrevivo en mis ejercicios de mantenimiento: sonetos malos para entrenar el ritmo, este diario que ya se ha hecho necesidad y algunos aforismos que llegan más del apretones al ingenio que de vómito creativo. La verdad es que ya me anda preocupando este silencio largo, este enorme paréntesis sin poder explicarme en pura incontinencia. Otras veces he sufrido este mal, pero con tanta extensión ni con tanta ansiedad. (17:15 horas) Comida familiar hecha de risas para celebrar el cumpleaños de mi padre, con los niños radiantes como nunca, con mi hermana feliz en escapadita urgente desde Sevil

David González

A veces tengo suerte. Hace la friolera de un par de años que no pillaba un periódico de Salamanca con ganas de leerlo y hoy lo he hecho. Era «El Adelanto» de hace un par de días, y me he encontrado en él un magnífico artículo de Antonio Gutiérrez Turrión hablando de Ángel Calvo Meirama. Clavado y lúcido, perfecto, Antonio. Mi más cordial enhorabuena por ello y unas gracias personales y grandotas por recuperar a Ángel, quizás el mejor alcalde y el más formado que nunca ha tenido la ciudad de Béjar. Entre mis títulos mejores guardo con especial cariño el haber trabajado junto a él en una legislatura en la que ocupé las concejalías de Deportes y de Urbanismo y Obras. Aprendí mucho de Ángel, de sus hermosas luces y de sus pequeñas y nítidas sombras. Pocos han sabido medir al día de hoy los grandes proyectos que aquel equipo que él dirigía sacó adelante y lo que suponen y supondrán para el futuro de nuestra hermosa ciudad. Pocos, también, pueden comprender el alto valor de un tipo important

Enrique Baltanás

Quizás el toque de la vida esté en la búsqueda de la dificultad por la dificultad. Así somos y así actuamos. Pasamos de largo de los caminos rectos y nos enredamos en trochas que nos hacen caminar en círculos. Sí, nos empeñamos en la dificultad. Cuando algo se acaba y somos consciente de ello, no nos damos por vencidos, no comenzamos a sembrar otras huellas en terrenos vírgenes, no; rememoramos, buscamos la solución del bucle y revolvemos en un pasado que sólo tendrá la capacidad de hacernos daño. Si todo es muy simple: algo termina y se acabó... y a continuar muriendo hacia adelante. ¿Por qué sucede esto?, ¿qué mecanismo nos lleva a ser tan redundantes?... La búsqueda absurda de la dificultad y el empecinamiento moral son los dos casos humanos que más me disgustan y por los que me pregunto con más frecuencia. Y en el fondo, lo más desquiciante en el itinerario vital es conseguir con éxito todas las metas marcadas, ya que quien lo consigue siente el fracaso desde el componente positivo

Josep María Rodríguez

Es tan fácil conformarse... y resulta tan difícil querer crecer... ¿Qué nos conviene? La soledad de la ciudad es dramática... Reniega y vente al mundo, busca piel si la precisas, caricias si no las presientes, besos si tu boca se ha vaciado, amor si entrenas odio, gozo si hay humedad buscando los muslos, lágrimas si tus pañuelos permanecen bien planchados en los cajones... Busca en tu soledad el camino de perfección que son las manos... y mírate en los espejos el desnudo que has hecho de tu vida –míratelo con detalle, tocándote con curiosidad, como un descubrimiento–... Lee a Gogol, a Gorski, a Valéry, a Samain, a Turguenev, a Th Gauthier... busca en librerías de viejo antiguos textos de Kawaji, Gyofu Soma o Rofuu Miki... escóndete en un cine de barrio a ver reposiciones de Maciste o de aquellos ojos Loren mirados por un Fabrizio en camiseta de tirantes... píllate en dvd «2046» de Wong Kar-Wai y encuéntrate en los ojos de Maggie Cheung o en el ardor de Tony Leung... escucha como si fue

Emilio Carrere

Es curioso cómo los estados de ánimo van marcando el camino de la posibilidad, de tal forma que todo el mundo tenga en cualquier momento un motivo para matarse y otro para no hacerlo en ninguna circunstancia. Y son los estados de ánimo los que vencen las dificultades o las hacen insalvables, los que propician el éxito o los que lo niegan de forma neta. Todo es posible partiendo del cero... y también todo puede resultar imposible... de ahí que tenga una gran importancia la actitud que tomemos ante cualquier circunstancia de la vida... y que conste que no hablo de estados de optimismo o pesimismo, sino de disposición individual hacia consecuciones de índole positiva o negativa, porque también lo negativo hay que trabajárselo, y a veces duramente. En todo caso, sí que es importante que a los estados de ánimo se sume la razón para moderar la carga intuitiva con la que generalmete determinamos nuestros movimientos, y eso siempre entraña dificultad y, sobre todo, aprendizaje. En una persona

Ángel García López

Sentir piedad es la forma más hermosa de venganza que conozco, pues colma a quien la «asesta» y salva a quien la recibe. Que no sirve la tierra quemada para conquistar si se compara con una sonrisa piadosa que contenga la sabiduría de la derrota que le otorgas al vencido. (13:24 horas) Sigue mi Felipe cerril y preadolescente, jodiéndome cada día los minutos de sonrisas que reservé hace tiempo. Está convirtiendo esos minutos de recuperación diaria en los minutos basura que marcan la inflexión entre mi felicidad y mi desastre. Ya no le sirvo como modelo, está claro, ya no me quiere como modelo de nada y todo su afán es chocar conmigo, contra mí. Y yo no sé encotrarle modelos en los que crecer; a su edad los modelos se buscan por uno mismo y se gestionan en clave de gozo y comodidad, no de esfuerzo. Sí, sé que me he equivocado en su educación, pero también sé que me hubiera equivocado con cualquier otro proyecto educativo distinto. Ahora tengo claro que él marcará su camino y yo sólo podr

Manuel Lara Cantizani

A primera hora llamo al colega Manuel Lara Cantizani para felicitarle por el galardón que ha recibido con su poemario «Piel del invernadero de nieve» en el XXXIII Concurso de Poesía Ciudad de Burgos. El tipo estaba absolutamente feliz y nos reímos los dos de encontrarnos por fin en la misma colección editorial (DVD ediciones). Espero que lo disfrute. Curiosamente, me llama Morante –siempre atento– para darme noticia del premio de Lara, y al rato lo hace vía Internet Josep María Rodríguez, con el que hacía mucho tiempo que no cruzaba palabras. Ambos llenos de cariño, lo que me da energía para un ratito. (12:25 horas) Leo bastante últimamente –eso es síntoma de que no me llega la escritura–, y no sé si lo hago para buscar, para aprender o para ayudar a pasar el tiempo. Lo que sí sé es que no disfruto con mis lecturas, que las fuerzo en exceso y no sé dejarme llevar por ellas. A veces me creo en estados de ánimos que no corresponden a mi realidad, pero por creerme en ellos se hacen reales

Antonio Gamoneda

Recibo hoy un bonito regalo de noviembre, pues Antonio Gamoneda me envía su nuevo libro, «Sílabas negras», editado por la Universidad de Salamanca como saldo en letras del XV Premio Reina Sofía que le fue otorgado al poeta y amigo; y me agrada más porque la edición está a cargo de su hija Amelia y de Fernando R. de la Flor. Recuerdo ahora al poeta en Cambrils, achacoso y locuaz, intentando un cigarrillo a escondidas... o en la Sierra de los Pedroches cordobesa, ambos sentados en el recibidor de un hotel mediocre... o en Béjar, conociendo de primera voz una salsa para carne que hace mi madre a la que en casa llamamos «hijoputa» –no sé si Antonio llegó alguna vez a probar la receta–. En fin, que leeré sus negras lágrimas con lentitud arcana, en silencio –sin música– y buscando concentración... porque yo aún tampoco sé que soy unas manos. Gracias, Antonio. (22:24 horas) Los días de otoño que sienten nostalgia del verano me deprimen profundamente. Suelo despertar con la idea clavada en la

Amalia Bautista

Acceder al trompeteo de la poesía sin medir la lógica de las proposiciones realizadas con palabras, sin conocer la urdimbre del metro y sin haber catado la geometría del ritmo es tan absurdo como hacer tortilla sin huevo, sin aceite y sin sal. Quien no es capaz de pararse a hacer un análisis detenido de la matemática que arde en un poema antes, durante y después de perpetrarlo, es que no necesita el poema ni merece, incluso, que la poesía se asome a su boca como simple vocablo. Conocer la naturaleza del poema, entender el concepto de poesía y redefinirlo también es indispensable. Quizás el mejor poema sea una ecuación matemática que resuma, dé luz y aporte indicio para una ecuación posterior, pues «lo mejor de la matemática es que permite definir términos que no son conceptos, mientras que en filosofía sólo se alcanza hasta la definición de los conceptos...» [esta aserción fantástica procede de Giuseppe Peano, según nota de Bertrand Russell –capítulo II. La lógica simbólica. Apartado d

Claudio Rodríguez

Cuando Ludwig Boltzmann criticaba el machismo como concepto contrapuesto al equilibrio, aún no sabía el error que supone extraer el pensamiento matemático de su estado de convención entre tipos que marcan constantes y variables con la precisión que pueden soportar unos pies de barro; no podía ponderar el valor desequilibrante de, por ejemplo, el impacto del sonido de un «Azzurro» interpretado por Paolo Conte, el poema «Muerte en fuga» de Paul Celan –«Leche negra de la madrugada, la bebemos de tarde, / la bebemos al mediodía, de mañana la bebemos, / de noche la bebemos y bebemos; / abrimos una tumba en el aire –ahí no se yace / incómodo. // Un hombre habita la casa, juega con las serpientes, / escribe, escribe, mientras oscurece Alemania, / tu pelo dorado, Margarita, / lo escribe y sale de casa y fulguran las estrellas, silba / a sus judíos, hace abrir una tumba en la tierra, / nos manda: "tocad ya para el baile". // Leche negra de la madrugada, te bebemos de noche, / te bebe

Roger Wolfe

Una constante del hombre es trabajar para aminorar sus incertidumbres –quizás sería mejor decir «su incertidumbre»–; no quedarse perplejo y no tener dudas parece el no va más de la seguridad y, por tanto, es muy sugerente pensar que cuando se aminora la incertidumbre se alcanza felicidad... pero la falta de incertidumbre lleva a la quietud, y de la quietud llegan los males propios y ajenos al intentar mantenerla y protegerla. Prefiero buscar la felicidad en la incertidumbre y en la inquietud, en las preguntas y en los temores, aunque sé que nunca llegaré a ella, pero percibo que ése es el camino más atinado. LISTA DE LA COMPRA PARA INTENTAR SER INQUIETO • No me haré viejo. • Desharé siempre cualquier estado que me lleve a la armonía. • Practicaré la desobediencia civil, la religiosa y la militar. • Viajaré todo lo necesario. • Buscaré constantemente cambios en mi vida. • Intentaré comprender todo lo simple. • Alimentaré mi curiosidad a diario. • No me enamoraré de personas. • Aprenderé